Julio Loras Zaera

fortanete

Profesor Francho de Fortanete A la luz de la ciencia. Biología y asuntos humanos

Una lingüística de los chimpancés

La monografía de Darwin sobre los arrecifes de coral es anterior a su formulación de la teoría de la evolución por selección natural, pero es un ejemplo señero de su forma de estudiar la evolución. Cuando no hay pruebas del proceso que ha llevado a una determinada característica, como por ejemplo cuando no hay fósiles o cuando no podemos observar ese proceso, podemos buscar una serie de fenómenos actuales que se pueden ordenar de manera que podamos hacernos con una concepción lo más plausible posible del proceso de evolución de esa característica. Así, en su libro sobre los arrecifes de coral, construyó una serie de fenómenos que iban desde las islas de coral, pasando por los arrecifes costeros a los atolones que podía explicar cómo se habían formado estos. No de otro modo trabajan los antropólogos cuando se enfrentan, por ejemplo, al origen de los Estados: colocan en una serie ideal diversas formas políticas, desde las bandas de cazadores-recolectores, pasando por las jefaturas, hasta los reinos y los Estados modernos. Lo mismo hacen los zoólogos cuando estudian cómo pudieron surgir los ojos de los cefalópodos: construyen una serie que va desde animales que distinguen la luz de la oscuridad por toda su piel, pasando por las manchas oculares hasta los ojos de pulpos y jibias.

Este método, que Darwin empleó magistralmente en varias de sus obras, no proporciona certezas, pero sí historias plausibles que pueden guiar la investigación posterior. Y cuando más se acerca a la certeza es cuando las series están constituidas por organismos con un ancestro común reciente.

El lenguaje humano, evidentemente, no fosiliza. Durante mucho tiempo se ha considerado una característica única de nuestra especie, no compartida con ninguna otra. Incluso un lingüista que tanto ha contribuido al estudio de esa capacidad como Chomsky afirma con contundencia todavía hoy que es inútil el estudio de la evolución de esa facultad. Pero hace por lo menos cuarenta años que lingüistas (pocos), neurobiólogos, zoólogos, etólogos y antropólogos están empeñados en construir la serie que pueda explicar su surgimiento y evolución a partir del estudio de sistemas de comunicación animales, incluso de animales muy alejados evolutivamente de nosotros como son los cetáceos y aún más los pájaros.

Un equipo de antropólogos y neuropsicólogos estudia el lenguaje de los chimpancés, pero de forma muy diferente de los en su día publicitados experimentos de enseñanza del lenguaje humano a estos animales. Estos experimentos consiguieron poco más que poner de manifiesto que esos animales poseen una cierta capacidad simbólica que, cosa rara, al parecer no utilizan en su vida cotidiana y que, por lo tanto, no les sirve para nada. Cédric Girard-Buttoz y sus colegas (C. Girard-Buttoz et al. “Chimpanzees produce diverse vocal sequences with ordered and recombinatorial properties”. Communications Biology 16/05/2022) han estudiado las vocalizaciones de estos primates, las han clasificado y han observado metódicamente su producción, su repetición y sus combinaciones en el hábitat propio de los chimpancés.

Antes de hacerlo, han postulado tres características fundamentales para que se pueda hablar de un lenguaje aproximado al nuestro:

  1. Flexibilidad: que la mayoría de llamadas o sonidos del repertorio vocal se combinan con la mayoría de las demás.

  2. Ordenamiento: se espera que ciertas unidades se produzcan más frecuentemente en un orden determinado que al azar.

  3. Recombinación: secuencias cortas emitidas independientemente se combinan cambiando o aumentando la información, y ello de forma recursiva (secuencias de dos voces en secuencias de tres y estas en secuencias más largas).

No estudian explícitamente otra característica universal de nuestro lenguaje, a saber, la unidad de significante y significado y la arbitrariedad del símbolo, pero se puede entender que implícitamente sí lo hacen cuando descartan el estudio de los cantos de los pájaros y de las ballenas (aunque yo no estaría tan seguro en este último caso). Esas características, por otra parte, son las que presenta el lenguaje humano en sus primeras fases de desarrollo.

Primero se identificaron las vocalizaciones elementales, incluidos los jadeos y sus significados, ayudándose del contexto y de la reacción de los receptores. Los chimpancés, nos dicen los autores después de la clasificación (que puede ocultar unidades sutilmente diferentes) producen doce vocalizaciones distintas que combinan en ciertas circunstancias de dos en dos, de tres en tres y también en secuencias más largas. Esto tiene semejanza con nuestro lenguaje: cada lengua usa como mucho una cincuentena de fonemas y con ellos construye palabras, frases, oraciones y discursos.

Se analizaron 4.826 expresiones de 46 individuos maduros. El 67 % de esas expresiones consistía en un solo sonido o repeticiones del mismo sonido y el 33 % fueron secuencias de unidades distintas (16 % “bigramas”, 9,5 % “trigramas” y el resto expresiones compuestas de más de tres unidades). Se observó que en algunas secuencias las unidades elementales se combinaban más frecuentemente en un orden determinado.

Se analizaron los “trigramas” para verificar la recombinación. Se trataba de determinar si al unir a un “bigrama” una tercera vocalización esto se producía en un orden al azar o no. Hubo varios “trigramas” no aleatorios, con las posiciones del tercer elemento no aleatorias. También hubo un número de secuencias únicas.

Los chimpancés estudiados produjeron 390 combinaciones únicas que fueron emitidas y es probable que produzcan más, pues la grabación se limitó a 5.000 horas sin que la curva se acercase a la asíntota. 11 de las vocalizaciones del repertorio fueron emitidas en numerosas secuencias.

Los investigadores son muy prudentes en sus conclusiones y nos dicen que los chimpancés podrían poseer algunos principios combinatorios fundamentales que se pueden usar para establecer relaciones secuenciales a través de múltiples unidades de sonido.

Finalmente enuncian las posibilidades de investigación en primates que abre su trabajo, que tiene el mérito de emplear un enfoque cuantitativo.

La prudencia les impide formular una conclusión que a mi me parece evidente: que los chimpancés y seguramente otros primates tienen una capacidad protolingüística y la usan en su medio. Estas investigaciones, por otra parte, pueden arrojar luz sobre el origen y la evolución del lenguaje humano, ya que al parecer por lo menos los chimpancés tienen y emplean algo parecido a nuestro lenguaje, con algunas características típicas del desarrollo lingüístico de los menores de dos años.

Octubre de 2022

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