Tres psicólogos prueban la hipótesis de Sapir-Whorf

La llamada hipótesis de Sapir-Whorf tiene dos versiones, una fuerte y otra débil. La fuerte afirma que el pensamiento de la gente depende de su lengua materna, y está bastante desacreditada, habiendo sufrido clamorosas refutaciones, entre ellas, por no citar más que una, la universalidad de las traducciones, el hecho de que cualquier lengua pueda traducirse a cualquier otra sin confusión ni pérdida de información: si la hipótesis fuera cierta, los traductores y los intérpretes se morirían de hambre. Es evidente que si yo digo “tú me gustas” estoy diciendo lo que cualquiera de vosotros entiende y si un angloparlante dice “I like you” está diciendo lo mismo, aunque el orden de los términos y sus categorías gramaticales sean contrarios. Deducir de esto que los hispanohablantes y los angloparlantes tengamos conceptos opuestos de “gustar” me parece cosa de pensamiento infantil.

La versión débil afirma solamente que la lengua influye en el pensamiento. Así de poco concreta. Se podría formular como que la lengua influye de alguna manera en el pensamiento. ¿De qué manera? ¿En qué grado? Sus defensores no responden a esas preguntas, por lo que los malpensados podríamos decir que más que ciencia dicen trivialidades. Por poner otro ejemplo, si nos dicen, una persona, que el número de casos de covid ha llegado a un máximo, y otra que ha alcanzado un pico, no por ello vamos a pensar que la primera tiene una psicología cuantitativa y la otra, una geométrica. Sobre todo porque pueden ser la misma persona.

Dejando por el momento de hacer el cascarrabias, voy a comentar un artículo de Sheyda Ozçaliskan, Che Lucero y Susan Goldin-Meadow titulado “What the development of gesture with and without speech can tell us about the effect of language on tought”. Se publicó en Cambridge University Press el 1 de septiembre del año pasado.

Estos psicólogos trabajaron con 100 niños, 50 con el inglés como lengua materna y 50 de lengua materna turca, divididos en subgrupos de edad de 3 a 4, de 5 a 6, de 7 a 8, de 9 a 10 y de 11 a 12 años y por lenguas. Trataban de encontrar en qué momento la lengua empieza a influir en el pensamiento. Para ello, sometieron a cada niño a la tarea de describir tres desplazamientos de una muñeca sin observar el desplazamiento, sino solo tres posiciones de la muñeca 1 solo con palabras, 2 con palabras y gestos simultáneos y 3 con gestos silenciosos. La idea era que, siendo el inglés y el turco idiomas con bastante diferencia estructural, esto se reflejaría en los gestos simultáneos al habla, pero no en los gestos silenciosos, que son previos en la ontogenia y al parecer universales, lo que indicaría que no están influidos por la lengua. En concreto, de ahí la elección de una tarea de descripción de desplazamientos, mientras el inglés es una lengua de marco sendero los verbos de movimiento describen sobre todo referencias y direcciones, el turco es una lengua de marco satélite los verbos de movimiento se centran principalmente en el modo de realizarse. Se esperaba que las descripciones mudas no difiriesen, pero que en las hechas con gestos simultáneos al habla los gestos mudos difiriesen de los gestos que acompañaban al habla y entre el grupo angloparlante y el turcoparlante. Y así fue, de manera significativa y sistemática. La diferencia apareció por primera vez en los subgrupos de 5-6 años.

La conclusión es que el lenguaje influye en el pensamiento, pero que hay límites a esa influencia, puestos por la posesión de un lenguaje gestual universal que empieza a cortísima edad y no se pierde.

Y vuelvo a ponerme en plan cascarrabias. El trabajo está muy bien diseñado y podría resultar valioso. A condición de que el rigor experimental fuera acompañado del rigor en la ideación de la hipótesis. Así, a bote pronto, se me ocurre que los gestos, igual que el habla, no son el pensamiento y que lo que han probado estos investigadores es que el lenguaje influye y ahora sí, de una forma concreta en los gestos que lo acompañan. Aunque podría suceder también que esos gestos formaran parte del lenguaje con un período critico mas tardío los 5-6 años que el del habla.

Julio de 2024


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