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Julio Loras Zaera

Seis dedos

El número canónico de dedos por extremidad en los tetrápodos está fijado evolutivamente en cinco. Aunque se conocen fósiles de los primeros anfibios que llegan a tener hasta ocho dedos, los tetrápodos posteriores tenían solo cinco. Diversas especies y grupos tienen números diferentes, pero siempre inferiores a cinco. Por lo general, los mamíferos tenemos los cinco originales.

En nuestra especie se dan casos, anómalos, de más de cinco dedos. Son las llamadas polidactilias, en las que los dedos supernumerarios están en la parte del pulgar o en la del meñique. Algunas de esas polidactilias se engloban en síndromes más complejos, pero otras se presentan aisladas y dependen de un gen autosómico dominante. En general, los dedos supernumerarios son copias del dedo contiguo. En todos los casos, son dedos completos, con sus falanges, sus musculaturas y sus nervios.

Las polidactilias humanas son anomalías individuales. Pero hay especies de mamíferos que parecen tener seis dedos, saltándose la regla definida por la historia evolutiva. El paleontólogo Stephen Jay Gould, en un breve ensayo (“The Panda’s Thumb”) publicado a finales de los 70, cuando el gobierno chino regaló al zoo de Washington una pareja de pandas gigantes, dio a conocer al público general que esos osos tienen un segundo pulgar oponible con el que manejan las cañas de bambú, de cuyos brotes se alimentan exclusivamente. Una monumental monografía sobre esa especie, debida a D. Dwight Davis, que la publicó en 1964, le aclaró que el pulgar del panda no es un verdadero pulgar, sino que su esqueleto está constituido por un hueso de la muñeca, el sesamoideo radial, al que se unen dos músculos que en los otros osos están relacionados con el pulgar verdadero, de modo que, aunque anatómicamente no lo es, funciona como un pulgar.

¿Por qué el panda gigante no evolucionó modificando su verdadero pulgar? La explicación está en que los osos tienen las patas demasiado comprometidas evolutivamente en la marcha. Además, los osos ya tienen ligeramente hipertrofiado el sesamoideo radial, lo cual, en caso de que el medio de la especie lo demande, puede constituir un primer paso evolutivo con poco cambio genético, incluso con una única mutación en un gen regulador del crecimiento.

El pequeño panda rojo, que pertenece a una familia distinta, pero que se alimenta también de brotes de bambú, también tiene un falso pulgar con la misma anatomía. Una investigación publicada hace cuatro años que estudió el posible antecesor de los dos pandas, un oso del Mioceno, Indarctos arctoides, reveló que este (y al parecer otros osos del mismo período) ya tenía un pequeño pseudopulgar constituido por el mismo hueso. Sin embargo, era omnívoro, como la mayoría de los osos. Los investigadores, españoles por cierto, conjeturaban que esos osos, de tamaño mediano a pequeño, trepaban habitualmente, con lo que el sexto dedo les sería de utilidad en sus desplazamientos por los árboles. El pseudopulgar de Indarctos arctoides era más pequeño que el de los pandas, que es comparable a los huesos largos de la palma de la mano. Concluyen, dado que los dos pandas están alejados filogenéticamente (el Indarctos no es antecesor reciente de ninguno de ellos), que el alargamiento del sesamoideo radial a partir de un alargamiento inicial se produjo independientemente en cada una de las dos especies, lo cual, a mi entender, abona la idea de que era un cambio fácil, sencillo, a partir de un mismo punto inicial. Por otra parte, esta historia evolutiva es un ejemplo de que una adaptación inicial para una finalidad, la trepa, puede servir para otra diferente, en este caso el manejo del bambú.

Recientemente se ha descubierto que una especie de lemúrido (los lemúridos son los primates más antiguos), el aye-aye, que habita en las selvas de Madagascar, también tiene un segundo pulgar. Los aye-ayes tienen unas manos muy especializadas para capturar larvas de insectos escondidas bajo la corteza y en orificios de los árboles, con dedos largos y delgados como palillos, lo que las hace bastante poco útiles para agarrarse a las ramas y desplazarse por los árboles, cosa que hacen habitualmente. Como en los pandas, la excesiva especialización de sus manos dificulta enormemente su evolución en el sentido requerido para su modo de vida. En vez de ello, como los pandas, han desarrollado un sexto dedo. Y lo han hecho del mismo modo: a partir del hueso sesamoideo radial. Solo que han desarrollado una musculatura más compleja para ese sexto dedo, que puede moverse en tres direcciones.

La mayoría de las especies de topo también presentan seis dedos y su dedo supernumerario también está junto al pulgar. Y se trata también de un pseudopulgar formado por un hueso de la muñeca, aunque no he sido capaz de encontrar la información sobre de qué hueso se trata en concreto. De todos modos, creo que debe de ser el sesamoideo radial, puesto que es el hueso de la muñeca más próximo al pulgar. Además, conjeturo que ese hueso, vistos los casos explicados, tiene potencial para hipertrofiarse y convertirse en esqueleto de un pseudodedo. En el caso de los topos, la adaptación consiste en el aumento de la supeficie de las patas a modo de palas para excavar.

Aunque algunos evolucionistas, en el tema de los pseudopulgares hablarían de evolución convergente (paralela en el caso de los pandas), yo no estoy convencido de ello. No me parece una categoría adecuada, en la medida en que por evolución convergente se entiende la evolución independiente de un rasgo similar, aunque con orígenes estructurales distintos, por influencia de presiones similares del medio. En el caso de los pandas, podría hablarse de evolución paralela, si el rasgo no hubiera existido en un antecesor común, cosa que al parecer no ha sucedido. Y si tenemos en cuenta los cuatro casos aquí expuestos, es evidente que las presiones del medio son distintas: en los pandas, el manejo del bambú; en los aye-aye, la vida arbórea; en los topos, la vida subterránea.

Lo que sí parece común a todos los casos es la cooptación de un hueso de la muñeca para formar un pseudopulgar, cosa que me lleva a pensar en una modificación fácil, tal vez de un solo paso, disponible en el desarrollo embrionario de la mano, que puede resultar útil para diversos propósitos.

Noviembre de 2019

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Diseño: Julio Loras Zaera

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