QR Code

¿Salvar el planeta?

Vivimos en la resaca de la COP25, la cumbre mundial del clima que se celebró el mes pasado en Madrid. Reuniones y negociaciones de alto nivel, manifestaciones, performances, pancartas, declaraciones de políticos y de activistas, crónicas, reportajes, noticias en prensa, radio y televisión... Todo con un mismo lema: “Salvar el planeta”. Al paso que nos bombardeaban con asuntos que solo tangencialmente tienen que ver con el calentamiento global o, como ahora se dice, la emergencia climática: la saturación de plásticos, la deforestación, la contaminación atmosférica por partículas y óxidos de azufre y de nitrógeno, la pérdida de biodiversidad... Todos ellos problemas serios del medio en que nos desenvolvemos, pero con causas distintas y con mucha menor urgencia en su resolución. Y todo, unánimemente, conduciendo a la misma conclusión: “hay que salvar el planeta”.

Es evidente que en su literalidad el lema carece de sentido. Lo que podría peligrar por esas cuestiones no es el planeta, sino la biosfera, es decir la delgada capa constituida por los seres vivos y los gases, líquidos y sólidos que interaccionan con ellos. Por lo tanto, una primera modificación pondría el lema así: “salvar la biosfera”. Y aún hay que hacerle más cambios, pero antes dejadme que dé un rodeo para justificarlo.

Las aves migratorias norteamericanas y el calentamiento global

Un estudio reciente en el cual se han medido masa y volumen corporales, así como longitudes de huesos de muchos miles de aves migratorias norteamericanas, tanto vivas como conservadas en museos, durante varias décadas, frente a la temperatura media ha mostrado la reducción progresiva del tamaño de la mayoría de las especies. Es lo que predecía la regla de Bergman. Esta regla es una conjetura de base empírica que predice que los homeotermos (para entendernos, animales de “sangre caliente”) serán más pequeños cuanto mayores sean las temperaturas a las que estén sometidos. La explicación está en la relación entre la masa corporal, que equivale al volumen, grosso modo, y que produce el calor, y la superficie corporal, por la que este se disipa. Un cuerpo pequeño tiene proporcionalmente más superficie que un cuerpo grande y disipa más calor.

¿Necesitan, por lo tanto, las aves migratorias norteamericanas que las salvemos del calentamiento global? Yo diría que no, que se adaptan muy bien a él, no solo con cambios en el comportamiento, sino también modificando su forma y dimensiones. Esto, ya se deba a plasticidad en el desarrollo de los individuos, ya se deba a selección natural o a ambas cosas a la vez, nos indica que no necesitan que las salvemos, por lo menos del cambio climático que provocamos nosotros.

Las abejas australianas y los plásticos

Las abejas nativas australianas Hylaeus ruficeps kalamundae no interaccionan, a diferencia de las abejas melíferas, que tienen una relación simbiótica con nosotros, con los humanos y nidifican en huecos de árboles, sin utilizar materiales producidos por nosotros. Sin embargo, se descubrió que habían anidado en el aislamiento de poliestireno de una casa en Dortmund. En temporadas sucesivas se vio que cada vez más individuos anidaban allí. Se investigó si ello iba en detrimento de su aptitud, resultando que no y que se reproducían al mismo ritmo que las otras.

Estas abejas, por lo menos, se adaptan bien a los plásticos, sin merma de eficacia biológica. ¿Necesitan que las salvemos? Yo diría que no.

La alta temperatura global y la era de los dinosaurios

El calentamiento global se debe al aumento constante de la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera (también a otros gases, como el metano). El dióxido de carbono absorbe los rayos infrarrojos (que son calor radiante) impidiendo que vayan al espacio exterior, con lo que la atmósfera eleva su temperatura. En la época preindustrial, su concentración era de unas 300 ppm (partes por millón), superando actualmente las 400 ppm y con tendencia a llegar en poco tiempo a las 600. De ahí el aumento de la temperatura media de la atmósfera y, por lo tanto, del planeta.

Pues bien, en el Jurásico, en el tiempo de dominio de los dinosaurios, la concentración de dióxido de carbono llegó a las 2000 ppm, cinco veces la actual. ¿Fue un desastre para la biosfera? A juzgar por lo que han encontrado los paleontólogos, la vida era floreciente y la biodiversidad, enorme. O sea, que el aumento de los gases de efecto invernadero no perjudica a la biosfera.

Las grandes extinciones no acabaron con la biosfera

Se conoce como gran extinción la pérdida de más del 50 por ciento de las especies en un tiempo breve (breve geológicamente hablando, entre medio millón y tres millones de años). Las mayores que se han producido son cinco. La primera fue hace 443 millones de años, necesitó entre medio millón y un millón de años y desapareció el 86 por ciento de las especies. Hace 367 millones de años, hubo otra gran extinción: en tres millones de años desapareció el 82 por ciento de las especies. Hace 251 millones de años, desapareció el 96 por ciento de las especies en un millón de años. La cuarta, 210 millones de años atrás, significó la pérdida del 76 por ciento de las especies en un millón de años. Y la quinta es la más famosa entre el público general, porque en ella desaparecieron los dinosaurios y se ha hablado y escrito mucho sobre ella. Se extinguió el 76 por ciento de las especies en un tiempo que no se ha determinado exactamente, pero que parece que fue más breve que en las otras.

Se han conjeturado muchas causas, seguramente combinadas, para explicar esas extinciones. De la única que se sabe algo cierto es de la última, ya que se han encontrado diversas pistas, como la presencia de iridio en sedimentos o el cráter de Chicxulub, en el mar de Yucatán. Al parecer, tuvo mucho que ver el impacto de un asteroide de unos diez kilómetros. Pero progresivamente se encuentran nuevas pistas que, sin refutar el impacto de un asteroide, complementan el abanico de causas confluyentes.

Después de cada gran extinción, la biosfera ha recuperado la diversidad y ha vuelto a llenar el planeta. Ha tardado, aunque los científicos no se ponen de acuerdo en cuánto cada vez. Parece que la mayoría creen que unos diez millones de años. Parece mucho, pero diez millones de años son 1/380 de la edad de la biosfera.

Una crisis de toxicidad planetaria

Los primeros organismos eran fermentadores o respiradores anaerobios y fotosintetizadores anoxigénicos y el oxígeno era altamente tóxico para ellos. Incluso es tóxico para los organismos actuales, pero estos han desarrollado mecanismos para disminuir esa toxicidad. Cuando aparecieron los primeros fotosintetizadores que producían oxígeno como producto de desecho (la fotosíntesis no tiene por finalidad producir oxígeno, sino que lo produce como subproducto de la unión del dióxido de carbono con el agua), se fueron oxidando los materiales reducidos, como el hierro y el metano, dando óxidos de hierro y dióxido de carbono, de modo que el oxígeno “desaparecía”. Pero llegó un momento, hace 2400 millones de años, en que ya no había materiales oxidables, vertiéndose el oxígeno al agua y a la atmósfera. Parece que el oxígeno se acumuló con gran rapidez, con lo que se llegó a una gran crisis con envenenamientos masivos. Pero algunos de aquellos organismos desarrollaron mecanismos, no solo para evitar su toxicidad, sino también para utilizarlo para respirar, “inventando” la respiración aerobia. Algunos de los que no fueron capaces de hacer eso existen todavía en ambientes marginales, anaerobios.

Esta fue la mayor crisis que ha sufrido la biosfera. Y la superó.

La enseñanza que se puede extraer de todo esto es que la biosfera es muy robusta, que aunque quede reducida a las bacterias, que no se han extinguido nunca, tiene mucha “vida” por delante. Creo que solo se extinguirá con la expansión del Sol, pero para eso aún faltan cinco mil millones de años mal contados.

Por lo tanto, no necesita que la salvemos, en absoluto. Quien sí que necesita salvación somos nosotros, ya que con todo lo que le estamos haciendo a nuestro ambiente, especialmente, por la urgencia de actuar ya, el calentamiento global, nos estamos dirigiendo aceleradamente a una vida muy miserable para las nuevas generaciones. Incluso, a más largo plazo, a la extinción.

Enero de 2020

   
Uso de cookies: Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios. Si continúa navegando, consideramos que su uso. Puede obtener más información en nuestra Política de cookies