Julio Loras Zaera

fortanete

Profesor Francho de Fortanete A la luz de la ciencia. Biología y asuntos humanos

Porqué el "sexo fuerte" tiene una vida más corta

En toda la historia de la humanidad, los grupos sociales oprimidos han tenido una esperanza de vida significativamente menor que los dominantes. Esto no es del todo cierto, puesto que hay uno de esos grupos oprimidos que tiene una esperanza de vida mayor que el grupo dominante. Se trata de las mujeres. En todas partes, las mujeres tienen, como media, una vida más larga que los hombres. Aunque no se espera que lo aireen las mujeres feministas, esto es un hecho ampliamente conocido.

Se han buscado muchas explicaciones a esta supuesta anomalía. Una de las que han gozado de mayor éxito y que se basa en hechos reales, afirma que, como media, los varones llevamos vidas más peligrosas que las mujeres: fumamos más, somos más imprudentes al volante, es más fácil que nos metamos en peleas, practicamos más deportes de riesgo… acortando nuestra esperanza de vida. Sería el coste del machismo para los hombres. Es posible que esta explicación, generalmente basada en el tipo de educación formal e informal que recibimos los varones, distinto del que reciben las mujeres, tenga buena parte de verdad. Pero hay otra parte que nada tiene que ver con la educación ni con los estilos de vida y que abarca no solo a nuestra especie, sino también a muchas otras. Es una explicación puramente biológica que parte de las diferencias en los gonosomas o cromosomas sexuales.

Es sabido que en nuestra especie el sexo viene determinado por la presencia de dos gonosomas, el cromosoma X y el cromosoma Y, siendo el X apreciablmente más largo que el Y, que tiene menos genes, de los cuales solo una parte son homólogos de genes presentes en el X. Las mujeres poseen dos cromosomas X y lo varones tenemos un X y un Y. Pero esto no es privativo de nuestra especie. Todas las especies de vertebrados en que el sexo se determina por los cromosomas (también las hay en que se determina de otras maneras, como, por ejemplo, la temperatura a que se desarrolla el embrión) lo hacen de la misma manera. En los mamíferos, exactamente igual. En las aves, mediante otra pareja de gonosomas, designados W y Z, siendo los machos ZZ y las hembras WZ. El sexo determinado por dos gonosomas iguales se llama homogamético y el determinado por dos cromosomas no homólogos, heterogamético. En los mamíferos el sexo heterogamético son los machos, en las aves las hembras.

En general, se ha observado que el sexo heterogamético (los machos XY en los mamíferos y las hembras WZ en las aves) tiene menor esperanza de vida que el homogamético (las hembras XX en los mamíferos y los machos ZZ en las aves). Hay una hipótesis explicativa que se conoce como “X desprotegido”, aunque también se podría llamar “W desprotegido”: los genes recesivos deletéreos presentes en el cromosma mayor sin homólogos en el menor se expresarían, al no haber el correaspondiente alelo dominante que lo evitaría, lo cual conllevaría diversas desventajas que acortarían la vida. Algunos investigadores han cuestionado esta hipótesis, señalando que la longevidad no solo depende de los genes, sino también de la inversión parental (que puede ser distinta en los hijos machos que en las hembras), la selección sexual, la exposición diferencial a los predadores y otros factores bióticos del medio

Hay otros mecanismos que acortan la esperanza de vida del sexo heterogamético, como el “Y (W) tóxico”. En Drosophila se ha observado que el cromosoma Y puede afectar a la expresión de otros cromosomas y promover el surgimiento de mutaciones deletéreas. También puede tener que ver el mosaicismo celular, consistente en que diferentes células pueden tener genotipos distintos. A medida que el individuo envejece, ese mosaicismo se hace mayor, comportando la pérdida, la ganancia o la redisposición interna de los cromosomas y la tasa de aumento del mosaicismo es mayor en el caso de de los cromosomas sexuales. La pérdida de gonosomas puede darse en ambos tipos de cromosoma, pero en el caso del cromosoma X, se suele perder el inactivo, con lo que su función se mantiene. En el caso de los machos, si se pierde el cromosoma X, el Y no puede suplirlo, puesto que no contiene la mayoría de los genes del cromosoma X.

Zoe A. Xirocostas, Susan E. Everingham y Angela T. Moles realizaron un estudio sobre esto sobre un amplio espectro de especies, no solo de mamíferos y aves, sino también de otros grupos zoológicos cuyo sexo se determina cromosómicamente y que tienen un sexo heterogamético. Rastrearon todas las bases de datos existentes que contienen datos para la longevidad de machos y hembras. Comprobaron que el tipo de datos (media, mediana o máxima) o el estilo de vida (cautivos o libres) de los animales no influía significativamente (en sentido estadístico) a la hora de determinar el logaritmo de la ratio esperanza de vida del sexo heterogamético/esperanza de vida del sexo homogamético, por lo que excluyeron del estudio esas variables y decidieron utilizar las medias cuando se disponía de varias medidas centrales.

Bueno, explicar los detalles de la metodología sería muy tedioso y tal vez haría que muchos dejaran de leer esto. Por lo que iré a los resultados del estudio. Consistentemente con la hipótesis del “X desprotegido”, el sexo homogamético vive en promedio un 17,6 % más que el homogamético. Mamíferos, insectos, reptiles y peces acrinopterigios mostraban más dimorfismo respecto a la longevidad que arácnidos, aves, peces cartilaginosos y anfibios. De manera interesante, en las especies con la hembra heterogamética, ese dimorfismo es significativamente menor (7,1 %) que en las que tienen macho hetearogamético (20,9 %), aunque las varianzas son iguales.

El estudio confirma que la determinación del sexo por un par de cromosomas desiguales comporta un dimorfismo respecto a la longevidad de cada sexo, siendo menor la esperanza de vida del sexo heterogmético. Ahora bien, hay un gran abanico de posibilidades en cuanto a las diferencias entre los dos gonosomas, que va desde la total ausencia de uno de ellos hasta la práctica igualdad, con genes homólogos, de los dos. Basándose en ello, las autoras valoran que los resultados de su estudio son conservadores. Por eso proponen que futuros estudios tengan en cuenta las longitudes relativas de los dos gonosomas y la proporción de genes homólogos de los dos. También sugieren que se cuantifique la contribución de aspectos como la morfología de los cromosomas, la inversión parental, la selección sexual, el estilo de vida y otros que han sido postulados como determinantes de la longevidad diferenciada.

Por poner una pega para terminar: no dicen en ningún momento que se hayan encontrado o no diferencias de longevidad entre machos y hembras de especies con otras formas de determinación del sexo. A mi parecer, hacerlo podría constituir una prueba de las hipótesis que achacan el dimorfismo para la longevidad a la determinación cromosómica del sexo. Igual es una tontería y ya se ha hecho, con resultado favorable a esa hipótesis, pero yo no tengo noticia de ello.

Mayo de 2020

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