Julio Loras Zaera

fortanete

Profesor Francho de Fortanete A la luz de la ciencia. Biología y asuntos humanos

El filósofo que conoce los sueños de los animales

Algunos filósofos, cuando tratan determinadas cuestiones, procuran primero adquirir un cierto grado de soltura en la comprensión de la ciencia de su tiempo y después pueden, con suerte, abrir nuevos caminos. Otros se contentan, como mucho, con el abecé de las ciencias y especulan sin freno. Estos, a mi modo de ver, si por lo que sea son escuchados, hacen más mal que bien a la cultura.

David Peña-Guzmán es un filósofo de origen mexicano que fue entrevistado por diversos medios en abril a propósito de un libro suyo en el que aboga por que los animales tengan derechos debido a que, según él, sueñan como nosotros. No lo propone “a bulto”, sino que ha partido de la literatura científica existente sobre el sueño. Esta literatura establece que los mamíferos pasan en el sueño por las mismas fases que nosotros, alternando fases de ondas lentas y fases REM (Rapid Eye Movement). Nuestros sueños se producen casi totalmente en estas segundas fases y mientras soñamos, aunque no sea frecuente, podemos hacer movimientos que recuerdan movimientos que realizamos en estado de vigilia, relacionados con lo que soñamos en ese momento. Los otros mamíferos pasan por las mismas fases del sueño y también realizan a veces en la fase REM movimientos que se asemejan a los vigiles con propósito. De aquí que no sea descabellado pensar que los mamíferos tienen sueños como los que tenemos nosotros. Con menor claridad, se ha constatado algo parecido en aves y recientemente en algunos reptiles, e incluso últimamente se han dado indicios de algo análogo en un pulpo. Con lo cual es aceptable concluir que los amniotas (reptiles, aves y mamíferos) soñamos. Y a lo mejor también los pulpos (https://doi.org/10.1101/2023.05.11.540348).

Pero el filósofo va mas allá y afirma que todos los animales tienen sueños, desde los peces cuando cierran los ojos (los peces no pueden cerrar los ojos, ya que no tienen párpados) a los insectos (nadie hasta ahora ha hecho un electroencefalograma a un insecto). Por aquí ya no le puedo seguir. Sobre todo porque afirma apoyarse en la neurociencia, cuando en realidad lo hace solo en la de los amniotas. Me parece pura especulación sin ninguna base razonable. Hay filósofos prudentes que solo van un paso mas allá de la ciencia de su tiempo y filósofos osados, que van mucho mas allá. Estos segundos pueden ser visionarios que abren nuevos caminos, pero de estos hay muy pocos. La mayoría de los que recurren en demasía a la especulación, más que osados son temerarios y sus teorías no llevan a ninguna parte, a menos que cuajen entre la gente, lo cual suele tener malas consecuencias.

Afirma Peña-Guzmán que cuando se sueña se imagina, que los sueños y la imaginación son lo mismo. No niego que el recuerdo de algún sueño haya sido una de las bases de cosas como las creencias en almas y dioses o de determinadas costumbres, como lo han sido experiencias con drogas o automortificaciones. Pero, aparte de que más del 99 % de los sueños no dejan ningún recuerdo (solo recordamos los sueños si nos despertamos mientras los tenemos y de estos, la mayoría solo durante unos pocos minutos), la imaginación es otra cosa. La diferencia está en que mientras imaginamos sabemos que lo que experimentamos no es real, mientras que en los sueños lo que soñamos nos parece totalmente real.

Hay diversidad de opiniones científicas sobre los sueños. En los extremos están, por un lado, quienes consideran que su papel es el de “resetear” la mente vaciándola de todo lo que no le es útil, y por el otro, quienes piensan que con los sueños –y esto concuerda de alguna manera con la idea de nuestro filósofo- adquirimos estrategias de supervivencia. Este segundo extremo me parece desenfocado, en la medida en que, como digo más arriba, casi no recordamos ningún sueño. A no ser que esas estrategias sean inconscientes, resulta difícil imaginar que se pueden aplicar estrategias que ni siquiera recordamos haber imaginado.

Toda la argumentación de base científica del filósofo mexicano tiene por objeto abogar en favor del reconocimiento de derechos a los animales (¿todos? ¿los animales sin cerebro no? ¿solo los amniotas?). Puede parecer que del hecho de que los otros animales tengan características comunes con nosotros, se sigue que deben tener derechos como nos los reconocemos los humanos. Ahora bien, muchas veces, cuando se habla de derechos se olvida, a mi entender, que son el anverso de una medalla que en el reverso tiene deberes, que no hay derechos si no hay deberes. Incluso organizaciones de defensa de la infancia como Save te Children u Oxfam, en sus documentos sobre los derechos de los niños, tienen un apartado de deberes que deben cumplir esos niños. Y me pregunto ¿Qué deberes podemos pedir a los animales?

Nota: Que no crea en los derechos de los animales no significa que me parezca bien que se haga lo que se quiera con ellos, que se les pueda hacer sufrir gratuitamente, que me sea indiferente el maltrato.

Junio de 2023

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