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Bebés que castigan comportamientos antisociales

Desde que a finales de los 80 leí De dioses, genes y tiranos del antropólogo C. J. Cela me convencí de que el comportamiento moral tiene una base más directamente relacionada con nuestra biología que la del raciocinio, que muchas veces va en contra de ese comportamiento. La lectura de Bien natural del primatólogo F. de Waal me inculcó la idea de que diversas especies de animales sociales tienen comportamientos encuadrables en lo que podríamos llamar protomoral. Y la de Filósofos y primates del mismo de Waal me reafirmó en esa misma idea, por lo menos respecto a los primates y especialmente, aunque no única, los grandes simios.

Una de las conductas relacionadas con la moral es el castigo a los que la vulneran, castigo que suele suponer un bajo coste para quienes lo infligen. Los castigos pueden ser suaves, como una reprimenda o duros, como la muerte o el aislamiento social (piénsese que en una especie tan social como la nuestra el aislamiento es algo muy difícil de sobrellevar y puede tener consecuencias muy graves). Una investigación experimental de esta cuestión ha sido realizada por varios investigadores japoneses con bebés de 8 meses a los cuales se les presentaba en forma de animación una conducta antisocial con dos bolas con ojos, una de los cuales arrinconaba a la otra. Sus resultados se publicaron en el 9/6/2022 en Nature Human Behaviour.

Los investigadores trabajaron con sujetos, bebés de 8 meses, que observaban una pantalla en la que aparecían dos bolas, cada una de un color, con ojos, y una de las bolas golpeaba y arrinconaba a la otra. Se entrenó a los bebés a usar la mirada para que una piedra cuadrada cayera sobre una bola y la destruyera, mirándola fijamente. El análisis estadístico de los resultados mostró que era más probable que los bebés mirasen selectivamente a la bola “agresora” que a la “agredida”.

Se plantearon varias hipótesis alternativas. La primera fue que la mirada selectiva se debiera más a que la bola en cuestión se movía más que a la acción agresiva. Probaron con otros bebés de la misma edad, pero los eventos de la animación posteriores a la acción tenían mucha menos dureza, es decir los bebés no tenían medios de castigo. Los bebés no miraron más a la bola agresora que a la agredida.

Una segunda hipótesis alternativa fue que los bebés miraran selectivamente a la bola agresora, esperando que fuera castigada, no considerándose ellos mismos agentes punitivos. Si así hubiera sucedido, los bebés no habrían ejercido la mirada selectiva en una prueba en que su mirada no tenía ningún efecto y el castigo se producía en todos los casos.

Podría ser que los bebés no estuviesen interpretando lo que sucedía en la pantalla como interacciones sociales sino como eventos físicos. Esto también se descartó con otras pruebas.

Se realizo un experimento similar con otros bebés, con resultados parecidos.

La conclusión obvia es que los bebés preverbales no solo hacen evaluaciones morales, sino que también son capaces de actuar moralmente. Que estas dos capacidades no proceden de la educación ni del desarrollo del lenguaje, sino que son anteriores e innatas. Lo cual reafirma las tesis de Cela en De dioses, genes y tiranos.

Antes de añadir un comentario, me gustaría llamar la atención sobre el abrumador aparato estadístico-probabilístico de los autores en la evaluación de los experimentos y en la de las hipótesis. Son psicólogos y la psicología, en su ansia de ser científica, atiborra sus trabajos de estadística y cálculo de probabilidades, la mayoría de las veces sin mucha necesidad. Parecen tener envidia de las otras ciencias y creer que lo que diferencia la ciencia de la filosofía es la utilización de las matemáticas. Es cierto que otras ciencias utilizan las matemáticas, pero otras ramas, más que la estadística y el cálculo de probabilidades, cuyo uso se suele limitar a la evaluación de la precisión y no tanto de las hipótesis.

El comentario es a su afirmación sumaria de que el castigo a terceros es exclusivamente humano y las referencias que dan sobre eso. Las he mirado y solo una trata de ello, y aún de una forma sin gran apoyatura factual, solo inexistencia de evidencia, que como dicen los anglosajones, no es lo mismo que evidencia de inexistencia. Los hallazgos de Frans de Waal en animales sociales han roto esa barrera infranqueable respecto a muchas conductas que si como son practicadas por animales fueran practicadas por humanos se considerarían morales. Entre ellas, ha encontrado esbozos de justicia: diversos monos capuchinos protestaban cuando después de una misma tarea se daba mejor recompensa a los otros. Y castigos: los chimpancés del zoo de Arnhem persiguieron y golpearon a dos hembras por culpa de las cuales se habían quedado sin cena. Es cierto que no se trata de una justicia ajena a uno mismo ni de castigos a terceros, pero desde Darwin se sabe que unos rasgos proceden de la evolución de otros. Y me juego cualquier cosa a que más pronto que tarde se descubrirá, probablemente en los chimpancés o en los lobos, que sí que hay animales con conductas morales homologables a estas dos.

La tajante afirmación de estos psicólogos japoneses me recuerda la para mi insostenible afirmación chomskiana de la naturaleza biológica del lenguaje junto con su negación de que pueda explicarse por selección natural y por evolución de otras formas de lenguaje animal.

Enero de 2023

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