Julio Loras Zaera

fortanete

Profesor Francho de Fortanete A la luz de la ciencia. Biología y asuntos humanos

Calendarios

El día 21 del mes pasado fue el solsticio de verano, el día más largo del año, en el hemisferio Norte. Es este un fenómeno debido a la rotación de la Tierra alrededor del Sol y a la inclinación del eje de rotación de la Tierra respecto a la eclíptica o plano en el que rota nuestro planeta. Se trata de un fenómeno que ha servido para idear y confeccionar los calendarios. Aunque ya la sucesión de las estaciones, debidas a esas características de la órbita terrestre, debió de servir para lo mismo, la mayor complejidad de sus causas y de sus variaciones hacen que guiarse por ellas para medir el tiempo sea menos preciso que guiarse por el Sol. El ciclo de las fases de la luna es mucho más regular, por ello hay calendarios lunares. Su inconveniente es que no son conmensurables con el ciclo solar, que es el que produce las estaciones. Por ello muchas culturas tuvieron o tienen calendarios lunares corregidos con las fechas de los solsticios

Un calendario es un sistema de medición del tiempo para la organización y regulación de nuestras actividades, desde las festividades religiosas y de confraternización comunal (suelen ser lo mismo), pasando por las actividades productivas, hasta el tiempo dedicado al trabajo y al descanso. También son calendarios los artilugios que se utilizan para registrarlos (los calendarios de papel, los del móvil o del ordenador, ciertos monumentos…). Como todo sistema de seguimiento del transcurso del tiempo, el calendario se basa en sucesos periódicos, como las estaciones o los movimientos de los astros.

Generalmente se piensa que los calendarios van asociados a la civilización, que nacieron con ella en culturas con ciudades y organizadas políticamente en Estados de alguna clase y que el conocimiento para su confección y su interpretación lo poseían los sacerdotes profesionales. Así, en Sumeria, bastante antes del 4.000 a.n.e., el rey, que era sacerdote o se consideraba un dios, y sus sacerdotes crearon un calendario por el que se regían la recaudación de impuestos, las labores agrícolas, los mercados o los días sagrados. En Egipto, el calendario se crea hacia el 4.250 a.n.e. y los sacerdotes predecían con él algo tan importante para la agricultura egipcia como las crecidas anuales del Nilo. Al parecer, el calendario chino no es tan antiguo, pero no he encontrado información sobre cuál fue el primer calendario creado en la China, sino sobre el tradicional, por lo que tal vez el primer calendario de esa cultura sea más antiguo que los otros dos citados. Aztecas e incas también tuvieron sus calendarios de precisión comparable a la de los del Viejo Mundo, basados en fenómenos cíclicos similares y con usos semejantes.

Si bien puede pensarse en procesos de difusión entre Mesopotamia y Egipto, resulta más complicado atribuir la creación de calendarios a difusión entre Oriente Próximo y la China. Y la difusión queda totalmente descartada entre el Viejo y el Nuevo Mundo. Más adelante volveré sobre eso.

Hasta aquí, se trató de sociedades con organización política estatal. Ahora toca hablar de una civilización que según muchos antropólogos se movió en el espacio de transición entre jefaturas y Estados incipientes, sin llegar nunca a constituir Estados con todas sus características definitorias. Pues bien, los mayas, que es a quienes me refiero, no tenían un solo calendario, sino varias cuentas de tiempo para finalidades diferentes, desde las profecías, pasando por la cosmogonía, hasta la vida a ras de tierra. Este último tenía 365 días, con lo que se “atrasaba” un día cada cuatro años respecto al Sol. Si este ejemplo no es suficiente para entender que el calendario no es propio de la civilización, al fin y al cabo, la maya era una civilización, sin Estado, pero civilización, a ver qué os parecen estos otros dos ejemplos.

El famoso monumento de Stonehenge es, con seguridad, un calendario megalítico, construido con grandes bloques de roca en una disposición que siempre ha llamado la atención de arqueólogos y prehistoriadores. Recientemente se ha descubierto que da cuenta de un año de 365,25 días, con más exactitud que nuestros calendarios habituales y que la mayoría de los calendarios de las diversas civilizaciones. Al parecer, se construyó en diversas fases entre el 3.100 y el 2.200 a.n.e.. Sus constructores vivieron a caballo entre el Neolítico y la Edad del Bronce y no conocieron la organización de nivel estatal, sino de jefatura progresivamente más avanzada. Los únicos sacerdotes que debieron de conocer, por lo que se sabe de ese tipo de organización política, debieron de ser los adjuntos a los jefes, que recordaban a estos su genealogía y sus deberes. Y sin embargo fueron capaces de construir esa obra tan formidable y ese calendario tan exacto. Se ha dicho que debieron de recibir influencias de Oriente Próximo, dando a entender que directa o indirectamente de los egipcios. Más abajo explico por qué no lo creo.

En 1970 se descubrieron en el desierto de Nubia, en un lugar que se designó como Nabta Playa (“lago seco” en el idioma local) seis alineamientos de grandes piedras distribuidos radialmente. Dos siguen la línea Norte-Sur y otros dos la línea Este-Oeste. Diversos estudiosos, entre ellos arqueoastrónomos y astrofísicos, sugieren que la estructura serviría para determinar las posiciones de determinados astros o para que la luz del Sol coincidiera determinado día del año con una de esas alineaciones, de modo que no hubiera sombra dentro de ella. Lo cual apunta a que se trataría de un calendario de concepción similar a Stonehenge, aunque de mucho menor tamaño y complicación técnica. Se ha datado este supuesto calendario en 4.800 a.n.e. y se cree que sus constructores eran pastores nómadas, muy lejos de lo que habitualmente se conoce como civilización. A mi modo de ver, Stonehenge no proviene del calendario egipcio y si hubo difusión desde Oriente Próximo, partiría de culturas como la de Nabta Playa.

Se puede pensar que la creación de los calendarios exigió grandes conocimientos de astronomía y de matemáticas, no disponibles para los humanos paleolíticos, cazadores-recolectores que “vivían al día” y con mucha penuria. Aunque los cazadores-recolectores que han llegado hasta nuestro tiempo y no se han visto presionados por las gentes “civilizadas” nos dicen los antropólogos que están muy lejos de “vivir al día” y con penurias y tienen mucho tiempo para regocijarse, descansar, alternar y pensar, podría ser que sus antecesores paleolíticos llevasen vidas muy distintas y “arrastradas”, con lo que no tendrían tiempo para hacer observaciones astronómicas y aún menos para hacer calendarios. Por lo que se refiere a las observaciones astronómicas y a los calendarios, las cosas fueron muy diferentes de esa visión habitual.

En Aberdeenshire (Escocia) se encontraron una serie de hoyos con formas que recuerdan las fases de la Luna, dispuestos en su orden y repetidos varias veces, estando alineados con el solsticio de verano. No puede tratarse de otra cosa que de un calendario lunar corregido con el Sol. La estructura data de cerca de 5.000 años antes de los primeros calendarios de Oriente Próximo. Quienes lo hicieron fueron cazadores-recolectores mesolíticos (el Mesolítico es el período de transición entre el Paleolítico y el Neolítico; sus gentes cazaban animales pequeños, por haberse extinguido la megafauna, y recolectaban moluscos a las orillas de ríos y lagos y del mar).

Pero aún se han encontrado calendarios más antiguos. En bastantes casos no se ha podido determinar que sean calendarios, pero hay dos que parecen indudables. Uno es una placa de marfil de mamut en la que se hicieron incisiones en forma de orificios, los cuales dibujan una espiral central con siete espiras crecientes más dos grupos de espirales menores a los lados de la placa. En la espiral central hay 243 orificios y en las otras, 122. En conjunto, 365 orificios. Los arqueólogos creen que los 243 orificios simbolizan los días de invierno y los otros, los de verano. También creen que los 243 orificios representan la gestación del reno. Esta placa se encontró en Mal’ta (Irkutskaya Oblast, Siberia) y data de 15.000 antes del presente.

En Dolni-Vêstonîce (Brno, Chequia), dos fragmentos de una misma piedra tienen una serie de incisiones que representarían el mes lunar, la trigésima incisión es más pequeña, indicando el fin de ciclo. Nos han llegado de 28.000 antes del presente.

Tal vez haya quien no se crea que las gentes paleolíticas pudiesen hacer y usar calendarios, aludiendo al mucho tiempo de observación y a las técnicas que se necesitarían. Se equivocan. En cuanto a las técnicas, básicamente fueron la observación a ojo desnudo (hasta los tiempos de Galileo) y unas matemáticas elementales. En cuanto a lo que hay que observar, eso sí, con atención, es el movimiento de algunos astros visibles y las sombras. Y las fases de la Luna las pueden captar hasta los niños. En cuanto a las generaciones necesarias, cuando se hizo el calendario checo, la Humanidad ya llevaba por lo menos 70.000 años en danza, imaginad la de observaciones que se pudieron acumular. Y por encima de todo, las gentes paleolíticas no eran más torpes que nosotros.

Julio de 2022

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