La otra obra de Darwin que parece apartarse del tenor general de las suyas es su librito sobre las lombrices, publicado en 1881, un año antes de su muerte. En su tiempo, y muchos lo hacen aún en la actualidad, esta obra fue denostada como una obra senil, de un genio ya muy deteriorado, chocho, como diríamos coloquialmente, una obra totalmente olvidable. No lo es en absoluto.
La formación del manto vegetal por la acción de las lombrices con observaciones sobre sus hábitos, en sus primeros capítulos estudia la anatomía y los hábitos de las lombrices, con especial atención a sus procesos digestivos. Lo mejor para mí de esta parte es su investigación sobre la inteligencia de esos gusanos, lo cual era bastante rompedor en una época en que se consideraba que animales tan sencillos, incluso animales mucho más complejos, solo podían actuar por instinto. Para esa investigación se centra en un comportamiento típico de las lombrices: el hecho de que introducen, para cerrar las bocas de sus madrigueras, “hojas y peciolos de muchos tipos, algunos pedúnculos de flores, a menudo ramitas podridas de árboles, trozos de papel, plumas, mechones de lana y pelos de caballo” que no roen, lo que quiere decir que no se usan como alimento, y, si no hay esos elementos en el ambiente, montones de piedras, a veces bastante grandes (incluso de más de 50 g). Y dice: “Si un hombre tuviera que tapar un pequeño agujero cilíndrico con objetos tales como hojas, peciolos o ramitas, los arrastraría o los empujaría dentro por sus extremos puntiagudos; pero si esos objetos fueran muy delgados en relación al tamaño del agujero, probablemente metería algunos por sus extremos más gruesos o amplios. La guía, en su caso, sería la inteligencia.”
Realizó una larga serie de experimentos con hojas de especies no nativas de Gran Bretaña, para descartar que la forma de llevar e introducir las mismas en las madrigueras se pudiese explicar por el instinto. Yendo un paso más allá, hizo el mismo tipo de experimentos con triángulos de papel. La conclusión fue que, si bien la conducta de tapar las madrigueras es instintiva, la manera de realizarla no lo es y que el resultado no se debía a que las lombrices probaban al azar todos los métodos posibles. Esto tenía mucho valor para Darwin, puesto que su teoría está reñida con la aparición brusca de una característica nueva, como la inteligencia, y defiende su aparición gradual.
Es a partir del capítulo III cuando Darwin aborda el tema que realmente le interesa. El guión de este capítulo es el siguiente:
Proporción en que diversos objetos esparcidos sobre la superficie de campos de hierba son cubiertos por las deyecciones de las lombrices.- Enterramiento de un camino pavimentado.- El lento hundimiento de algunas piedras grandes dejadas sobre la superficie.- Número de lombrices que viven dentro de un espacio determinado.- Peso de la tierra expulsada de una madriguera, y de todas las madrigueras dentro de un espacio determinado.- Grosor de la capa de manto que formarían las deyecciones hechas en un espacio y un tiempo determinados si fueran uniformemente extendidas.- El lento ritmo de incremento hasta un gran grosor del manto.- Conclusión.
El capítulo V trata de la denudación de la tierra y atiende a la capacidad digestiva de las lombrices, concluyendo de ella su “poder triturador”. El capítulo VI es la continuación del anterior y se basa en observaciones referentes, por ejemplo, a la acumulación de deyecciones, a su transporte por el viento, a su descenso por superficies inclinadas, con un cálculo de la cantidad de deyecciones transportada por el viento, observaciones sobre la degradación de viejos campamentos y túmulos o la preservación dd crestas y surcos en tierras antiguamente aradas como consecuencia de la acción de las lombrices.
Como estudio de campo que aplica el conocimiento obtenido respecto al hundimiento de objetos por cubrimiento con tierra de las deyecciones, el capítulo IV pone a prueba ese conocimiento, tratando lo sucedido con diversas ruinas romanas de Gran Bretaña.
Si se toma en cuenta con atención el contenido de esta segunda parte, resulta fácil ver que el libro sobre las lombrices, lejos de ser la obra deleznable de un viejo chocho, está escrito con un propósito que va más allá de las curiosidades sobre esos gusanos. Es una clara defensa del gradualismo de la teoría darwiniana, según el cual cambios muy pequeños que se producen de generación en generación durante muchísimo tiempo llegan a producir transformaciones grandes e incluso espectaculares. Y que ese era el fin principal del librito sobre las lombrices aparece claramente en la introducción, donde dice:
“En 1869 el señor Fish rechazó mis conclusiones sobre el papel de las lombrices en la formación del manto vegetal, basándose únicamente en la supuesta incapacidad de éstas para realizar tanto trabajo. Subraya que teniendo en cuenta su debilidad y tamaño, el trabajo que supuestamente realizan es asombroso. Este ejemplo de incapacidad para sumar los efectos de una causa recurrente ha retardado frecuentemente el progreso de la ciencia, como ocurrió en primer lugar con la geología y recientemente con la teoría de la evolución.”
Acabaré este comentario diciendo que en ciencia no hay temas grandes y “temitas” de poca importancia, sino temas que representan desafíos intelectuales a quienes son capaces de verlos y temas, por muy grandiosos que sean, que solo requieren una “faena de alivio” y que aportan muy poco a la ciencia. Las lombrices de Darwin fueron un tema del primer tipo que sirvió para afianzar su teoría frente a quienes la cuestionaban sin comprenderla realmente.
Abril de 2020