Julio Loras Zaera

fortanete

Profesor Francho de Fortanete A la luz de la ciencia. Biología y asuntos humanos

Los orígenes de nuestra relación con el fuego

Nuestra especie tiene una estrecha relación con el fuego. Solo hay que pensar un poco en su papel en nuestra civilización: desde la cocina y la calefacción a la cerámica, la metalurgia, los motores de combustión interna y los avances tecnológicos que condujeron a las centrales nucleares. Y no solo ha sido básico para nuestra especie, también lo fue para los neandertales y para especies homininas anteriores, no solo de nuestro género.

Arqueólogos y evolucionistas se rompen los cuernos intentando descubrir cómo se inició esa relación, sin demasiada fortuna, tal vez porque se centran en la investigación de lo que parecen haber sido hogares, que solo son indicadores de un dominio muy avanzado de ese fenómeno, incluido el prendimiento por frotación de palitos o por percusión de piedras, como suelen obtenerlo los cazadores-recolectores actuales.

Observaciones de animales como los guepardos que aguardan a sus presas que huyen de incendios forestales, de chimpancés que reaccionan a estos con calma y previsión de su desarrollo, permiten deducir que los homininos que vivían en ambientes de bosques ralos, sabanas arboladas, matorrales y herbazales de gramíneas, ambientes muy vulnerables a incendios provocados por rayos y, en casos localizados, volcanes. En esos ambientes, los incendios son recurrentes. Esos fenómenos permiten la captura de huevos y de pequeños animales que para huir del fuego abandonan sus escondites resultando visibles a los depredadores, una buena oportunidad para estos.

Que los chimpancés sean capaces de prever la evolución de los incendios permite pensar que los primeros homininos fuesen capaces de lo mismo y diesen un paso más: el aprovechamiento oportunista para obtener proteína animal. No parece que haga falta una gran inteligencia para ello.

Los firehawks, tres especies de rapaces australianas, van un poco más allá. Tomando palos encendidos en los incendios, transportándolos y arrojándolos donde el fuego no ha prendido espontáneamente, extienden los incendios, al parecer, con el fin de ampliar la cantidad de pequeñas presas accesibles. Lo cual me hace pensar que tampoco hace falta gran inteligencia para hacer lo mismo si se tienen necesidades similares. Creo que homininos anteriores a nuestro género, o por lo menos los primeros de este, debieron de adoptar esta táctica más activa que la simple espera de lo que diesen los incendios de forma espontánea.

Figura 1. Esquema del paso del fuego natural al antropogénico.

De esto debe de hacer más de 2 Ma y cuando los primeros Homo se extendieron por el Viejo Mundo tan al Norte como los 40oN y la primera glaciación les afectó, con incendios frecuentes en verano, pero escasos y efímeros el resto del año, así como los de África se vieron sometidos a estaciones secas con incendios abundantes, pero sin incendios en las estaciones húmedas, debieron de encontrar modos de extender el fuego, no solo en el espacio (cosa que debían de hacer muchos miles de años antes), sino también en el tiempo, seguramente mediante combustibles lentos como el estiércol o manojos apretados de hierba. Esto tal vez fuese anterior, con la finalidad de mantener el fuego mientras se hacían otras cosas.

Desde hace por lo menos 3,3 Ma hubo tecnología lítica. De ello se puede inferir que también la había de la madera, lo que proporcionaría experiencia sobre la producción de calor y las chispas que producen ciertas piedras al percutirlas. Base para la producción de fuego independientemente de los incendios naturales. Pero esto está muy bien explicado en el artículo de revisión firmado por el arqueólogo y antropólogo evolutivo J. A. J. Gowlett y publicado el 05/06/2016 en Philosophical Transactions of the Royal Society B (https://doi.org/10.1098/rstb.2015.0164), del cual este artículo es un resumen de la primera parte.

La información sobre los chimpancés proviene de https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/20027607/. La que se refiere a los firehawks, de https://journals.sagepub.com/doi/10.2993/0278-0771-37.4.700 .

Abril de 2025

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