La mayoría de los filósofos, cuando tratan del humor y de las bromas, afirman que son rasgos específicamente humanos. Suelen rechazar como anécdotas sin trascendencia interpretadas con sesgos de inexpertos cosas como lo que contaba Frans de Waal de un chimpancé, creo que era en el zoo de Arnhem, donde este primatólogo trabajó varios años, que se llenaba la boca de agua, esperaba que algún curioso se parase frente a él y le lanzaba por sorpresa un chorro del liquido a la cara. Mucha gente podría contar anécdotas por el estilo, donde un animal parece disfrutar haciendo bromas. Hasta hace poco, nadie las tenía en cuenta, considerándolas artefactos debidos a un pensamiento antropomorfizante.
En los años sesenta y setenta del siglo pasado había una corriente de investigadores y divulgadores iconoclastas que presentaba a nuestra especie, bien como un lobo sin pelo (El mono desnudo de Desmond Morris), como un babuino (varios trabajos de Irven de Voer) o como un chimpancé (diversos trabajos que incidían en su violencia inter e intragrupal). La idea que recorría esos trabajos era la aproximación de nuestra especie a esas otras en una trayectoria descendente, acentuando todos los rasgos humanos que nos aproximan a esas especies, animalizándonos, como si dijéramos, promoviendo la idea, correcta, de que somos animales como los demás y que los rasgos que más nos incomodan están profundamente enraizados en nuestra naturaleza. La mayoría de los filósofos y científicos sociales lo rechazaron fuertemente, pero sus argumentos se revelaron muy pobres a medida que la etología avanzaba.
En los años ochenta, de esta corriente surgieron etólogos descontentos con el pesimismo de sus predecesores, etólogos como Frans de Waal, que examinó un rasgo ambiguo (en el sentido de que para unos es negativo y para otros, positivo) que previamente se consideraba distintivo nuestro: la política, las competencias por el poder, las alianzas cambiantes, el ganarse a la mayoría. La política se había considerado un rasgo exclusivamente nuestro y varios años de estudio de la colonia de chimpancés del zoo de Arnhem, resumidos en La política de los chimpancés, probaron que también esos simios la practican. De Waal, con su larga experiencia en el estudio de primates, también, a mi modo de ver, ha roto otra convención: ha probado que no solo los primates, sino también otros animales sociales, muestran algo que se podría llamar protomoral.
Esta parrafada viene a cuento de dar a entender que desde los años ochenta muchos etólogos han enfocado sus investigaciones ya no en mostrar que somos animales como los demás, sino que además muchos animales presentan rasgos que les acercan a nosotros, rasgos que se creía que eran exclusivamente nuestros. Es el caso de este trabajo sobre las bromas: https://doi.org/10.1098/rspb.2023.2345, firmado por varios antropólogos y un científico cognitivo. Este equipo investigó comportamientos bromistas de cuatro especies de grandes simios: chimpancés, bonobos, gorilas y orangutanes. Su finalidad no era dilucidar la función biológica de esas conductas, sino realizar un a modo de catálogo de las mismas con criterios utilizables en investigaciones posteriores.
Grabaron 75 horas de vídeo distribuidas en cuatro grupos, uno de cada especie, de simios en zoológicos con condiciones enriquecidas, centrándose en todos los casos en un individuo juvenil y haciendo selecciones sucesivas (interacciones sociales espontáneas/eventos potencialmente “bromistas”/eventos claramente “bromistas”) de los comportamientos de ese individuo y de los que interaccionaban con él. Las conductas de broma respondían a una serie de criterios previos (en https://royalsocietypublishing.org/doi/10.1098/rspb.2023.2345#RSPB20232345TB1 puede verse la Tabla 1 con esos criterios y la diferencia con las conductas de juego). Se tuvieron en cuenta solo las interacciones que cumplían con como mínimo tres criterios de conducta bromista.
Casi todos los eventos de burla,dicen los autores, que observamos contenían una o más de las 18 acciones que denominamos "conductas de burla" [bromas]. Se trataba de comportamientos provocativos dirigidos de un animal (el provocador) hacia el otro (el objetivo). Los describimos como provocativos porque eran difíciles de ignorar. Por lo general, eran acciones táctiles que movían el cuerpo del objetivo o acciones repetitivas que ocupaban una gran fracción del campo visual del objetivo. Las 18 conductas de burla fueron golpear el cuerpo, esconderse, obstaculizar la actividad, obstaculizar el movimiento, golpear (tanto golpear en juego como golpear agonístico), golpear con objeto, ofrecer y retirar una parte del cuerpo, ofrecer y retirar un objeto, empujar, empujar con un objeto, tirar de una parte del cuerpo, tirar del cabello, robar (sin beneficio adaptativo inmediato), balancearse cerca, balancear un objeto, hacer cosquillas, tirar de la cuerda y violar el espacio personal (p. ej., inclinarse rápidamente cerca de la cara de otra persona). Los eventos de burla podían incluir múltiples conductas de burla, y la mayoría de las conductas de burla eran mutuamente excluyentes en un momento dado, excepto para obstaculizar el movimiento/actividad y violar el espacio personal, que podía hacerse a través de uno de los otros comportamientos o por sí solos.
La mayoría de lo que los autores llaman eventos de burla fueron unilaterales. Si no había respuesta por parte del objetivo, se solía repetir o se escalaba. Una minoría importante de los eventos de burla se inició fuera del campo de visión del objetivo, mientras que la mayoría empezaron manifiestamente delante de él.
Además de establecer con poco margen de duda que los grandes simios bromean, este trabajo proporciona un buen instrumento para estudiar la capacidad de bromear de otros animales.
Abril de 2024