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Lágrimas femeninas y agresión: experimentación impecable, ¿ciencia coja?

PLOS Biology publicó el 21 de diciembre del año pasado un artículo firmado por nueve investigadores del israelí Instituto Weizman de Ciencias y de la estadounidense Universidad de Duke exponiendo una hipótesis y unos experimentos sobre lo que expresa este título (https://doi.org/10.1371/journal.pbio.3002442). Los experimentos me parecen impecables, pero la hipótesis y su concepción me parece que flojean mucho. Resumiré primero la parte experimental y acabaré exponiendo mis pegas a la concepción de los autores.

Los humanos tenemos tres tipos de lágrimas que producimos en condiciones diferentes y que tienen distinta composición: las que habitualmente lubrican los globos oculares, las que producimos cuando los ojos sufren una agresión y las llamadas lágrimas emocionales, que responden a emociones intensas y que aparecen en el llanto. Los nueve investigadores se centran en estas últimas y basan su hipótesis en los resultados obtenidos en experimentos con ratones, en los que, nos dicen, oler las lágrimas inhibe la agresividad de los machos. En estos roedores y en otros, las lágrimas tienen en su composición quimioseñales que captadas por el órgano vomeronasal se unen a receptores específicos y suscitan conductas específicas, reducción de la agresividad en este caso. A partir de ahí, estos científicos formulan la hipótesis de que las lágrimas emocionales de las mujeres disminuirán la agresividad de los hombres, al contener una quimioseñal que induce esa respuesta.

El experimento, muy resumido, se desarrolló como sigue. Se obtuvieron lágrimas de 6 mujeres donantes regulares. Esas lágrimas se dieron a oler a 25 hombres voluntarios continuamente mientras participaban en un juego con dinero. A una parte de los sujetos no se les dio a oler lágrimas, sino solución salina. Los sujetos creían que jugaban contra otro hombre, aunque en realidad jugaban contra un algoritmo que de cuando en cuando hacia trampas o se quedaba con dinero que no le correspondía. La idea era medir la agresividad por la frecuencia y la intensidad de las “venganzas” de los sujetos. Hay que decir que el quimioseñalizador debe de ser inodoro, pero captable por el órgano vomeronasal. La comparación de las puntuaciones de los sujetos que olieron lágrimas y los que olieron solución salina mostró que los primeros resultaron menos agresivos que los segundos en un grado significativo.

A continuación, se probó experimentalmente la presencia en lágrimas de quimioseñales y la existencia de receptores específicos para las mismas. Se expresaron 62 receptores olfativos humanos en una línea celular conocida como Hana3Ai, monitoreando su activación en tiempo real mientras se las sometía a lágrimas o a solución salina. De esos 62 receptores se activaron 21 por lágrimas y no por el suero fisiológico. Se repitió el procedimiento con sucesivas diluciones de lágrimas, resultando activados 4 de esos 21 receptores.

Hecho esto, se pasó al estudio de lo que debía de suceder en el cerebro, empleando imagen por resonancia magnética funcional. A tres decenas de voluntarios jugando al mismo juego que en el primer experimento durante dos días y oliendo lágrimas o solución salina el primer día se les escaneó mientras jugaban contra el “algoritmo tramposo”. Aunque el efecto fue sutil, los investigadores lo achacaron a una causa psicológica, ya que el segundo día mostraban mayor agresividad todos los sujetos independientemente de si se les había dado a oler lágrimas o suero fisiológico. La técnica MRfi reveló, en el caso de los sujetos sometidos a lágrimas, que no aumentaba la actividad de ninguna área cerebral, pero se reducía la de áreas sustrato de la agresividad.

Mapas estadísticos cerebrales de los sujetos sometidos a oler lágrimas. En estos mapas, los colores cálidos indican zonas activadas y los colores fríos, zonas de actividad reducida. Las zonas coloreadas corresponden a áreas relacionadas con la agresión. (Del articulo comentado)

En conclusión, las lágrimas femeninas tienen en su composición quimioseñales que son captadas por el órgano vomeronasal de los hombres disminuyendo su agresividad.

Los tres experimentos me parecen modélicos. Sin embargo, tengo bastantes dudas sobre la concepción de la hipótesis verificada y, en definitiva, que el estudio suponga un ejemplo de buena ciencia.

Me pregunto qué llevó a estos investigadores a elegir para su estudio las lágrimas femeninas. Y lo hago porque en su mismo artículo, cuando hablan de los estudios con roedores, citan el caso de las ratas topo desnudas y nos dicen que los machos subordinados se protegen del macho dominante mediante lágrimas. También me pregunto por qué tomaron como sujetos de sus experimentos todo varones. ¿Acaso las mujeres no tienen agresividad? Incluso si acudimos al escurridizo terreno de las hormonas, además de que las mujeres también tienen testosterona, el estradiol, hormona femenina, también se ha relacionado con la agresividad. Y no he podido, por mucho que he buscado, encontrar ninguna información que diga que la composición de las lágrimas masculinas es distinta de las femeninas.

¿No habría sido más riguroso y más informativo experimentar con lágrimas tanto masculinas como femeninas y sujetos de ambos sexos?

Medio en serio, medio en broma, todo esto me lleva a sospechar que los nueve investigadores (hombres y mujeres) aún creen en aquello tan antiguo de “los hombres no lloran” y que las mujeres son incapaces de agredir.

Aunque esto no tiene importancia, puesto que todo se entiende perfectamente, me llama la atención que llamen quimioseñales a lo que todo el mundo llama con el término técnico feromonas desde hace más de setenta años.

Noviembre de 2024

i Hana3A es una línea celular cultivada que expresa receptores olfativos

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