La paraciencia de Lynn Margulis

El término paraciencia no figura en el diccionario de la RAE, aunque se suele usar englobando pseudociencias como la parapsicología o la ufología. Aquí le voy a dar otro sentido: una mezcla de ciencia, especulación desbocada y deseos contaminando la ciencia. En este sentido, hay científicos que la practican, aunque más en sus trabajos de divulgación que en sus trabajos técnicos.

Lynn Margulis, prestigiosa microbióloga, probó el origen simbiótico de las células nucleadas y amplió el campo de la microbiología, que hasta ella se limitaba a la patogenicidad, evidenciando que el mundo de los microorganismos es mucho más que una inmensa colección de productores de enfermedades. Pero también practicaba la paraciencia. Para muestra, un botón: su libro Microcosmos, escrito al alimón con su hijo Dorion Sagan. Hay mucha ciencia en ese libro, pero también hay mucha especulación y mucho pensamiento desiderativo.

Lo mejor del libro son los capítulos dedicados a los primeros miles de millones de años de nuestro planeta, a lo que cuando lo escribieron era el reino de los procariotas, hoy dividido en Arqueas o arqueobacterias, por un lado, y bacterias y cianobacterias, por otro. Nos explican su compartición de un acervo genético inmenso mediante la sexualidad (en biología se entiende por sexualidad el intercambio genético, asociado a o disociado de la reproducción), sus múltiples trucos metabólicos, su capacidad para resistir grandes catástrofes, su omnipresencia en la biosfera o su papel en el ecosistema global. Ello no obstante, esos capítulos contienen pequeñas dosis de especulación, como su creencia de que los microtúbulos de los eucariontes proceden de la simbiosis entre una espiroqueta y una célula eucariota, hipótesis que cuenta con poquísimas pruebas. La única que se halló, la presencia de ARN en los centriolos o cuerpos basales, no se ha repetido desde entonces (1986). La hipótesis se convierte en especulación cuando hablan de los microtúbulos de las células nerviosas: vienen a decir que pensamos gracias a una espiroqueta.

La parte dedicada a la evolución de plantas, animales y hongos me parece bastante pobre y cargada de especulación, atribuyendo casi todas las novedades a procesos de simbiogénesis, para los que solo parece haber pruebas en el caso de las plantas. Y la parte final, con una especulación que me parece desbocada, está dedicada al futuro, un futuro en el que ven la biosfera reproduciéndose en otros planetas y otras galaxias, gracias, una vez más, a la simbiosis, en este caso, entre nosotros u otros organismos y las máquinas. Ese futuro, nos dicen (lo cual no me parece descabellado), no se daría sin exportar el microcosmos (la comunidad de microorganismos). Pero creen inevitable que se dé, con nosotros o sin nosotros.

La edición española de 1995 lleva un epílogo completamente prescindible del entonces catedrático de Microbiología de la Universidad de Barcelona Ricard Guerrero, muy aficionado a apuntarse a la última moda. No añade nada a lo escrito por Margulis y Sagan y ni siquiera hace un comentario inteligente.

En conclusión, se trata de un gran relato, como los que el filósofo y biólogo Henri Atlan en Con razón y sin ella decía que están más cerca del mito que de la ciencia. Un relato, además, épico, aunque en él no sea protagonista el ser humano, sino Gaia y especialmente las bacterias, sus mantenedoras. Y hablando de Gaia, Margulis era una entusiasta de esa hipótesis, la de que el planeta se autorregula como un ser vivo, con base en la simbiosis, que ella y su hijo veían por todas partes.

La gran microbióloga, por ideología, se sentía muy incómoda con la competencia como motor de evolución y le oponía la simbiogénesis porque implica cooperación. Si bien hay muchos casos de simbiosis en la biosfera, hay muchos más de competencia y los organismos simbióticos compiten con otros. En Microcosmos no se opone claramente a la teoría darwinista (que de hecho da cabida a la cooperación al lado de la competencia), pero posteriormente sí lo hizo, planteando que todas las novedades evolutivas se deben a la simbiogénesis, buscando obsesivamente simbiosis en la naturaleza y estirando abusivamente el concepto.

Febrero de 2022


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