Hay dos tipos de evidencia sobre el bipedismo de nuestros ancestros que son complementarios de las evidencias morfológicas. Se trata de las huellas fósiles de Laetoli y de la paleoecología de los homínidos antiguos.
En 1978 se descubrió en Laetoli un conjunto de huellas datadas en 3,5 millones de años, entre las que las había que se parecían a las nuestras. Ésas forman dos series paralelas en dirección norte-sur de una longitud de 25 m, que delatan unos seres claramente bípedos. La serie G 1 la debió de producir un ser pequeño que parece haberse detenido un momento y volverse antes de seguir. En la serie G 2 hay el rastro de un individuo mayor y ha sido descrita como un rastro doble con un tercer individuo, G 3, pisando sobre las huellas de G 2. A juzgar por la relación actual entre el tamaño del pie y la estatura, G 1 mediría 1,20 m, G 3, 1,40 m y no puede determinarse la estatura de G 2 debido a su ocultación parcial por G 3. La separación entre el rastro G 1 y el G 2 es de 25 cm, lo que hace suponer que o los individuos no andaban a la misma altura o lo hacían agarrados. Estas huellas han dado lugar a conjeturas atrayentes emocionalmente, como que G 3 jugaba con las huellas de G 2 como lo hacen nuestros niños o que G 1 y G 2 eran una pareja que caminaba tiernamente abrazada. Son conjeturas que no hacen los científicos, conscientes de que los homínidos de hace 3,5 millones de años podían ser muy diferentes y experimentar sentimientos muy diferentes, si los experimentaban, a los nuestros.
Day y Wickens concluyen de su examen de las huellas que esos seres tenían un arco longitudinal del pie bien desarrollado y el dedo gordo paralelo al eje del pie. Luego serían bípedos como nosotros. Pero Susman, Stern y Jungers señalan la estrechez del talón, la falta de abultamiento medial en la base del dedo gordo y una orientación de ese dedo que recuerdan las huellas del chimpancé, lo que indicaría que su bipedismo no era como el nuestro. Otros autores admiten que su locomoción podía diferir de la nuestra. Deloison, examinando el contorno, deduce una cierta capacidad prensil y un mejor equilibrio en suelo húmedo (doblarían la planta del pie y separarían el dedo gordo).
De todas formas, parece que las huellas no están bien conservadas y que se han deteriorado después de su descubrimiento, con lo que tienen poco valor científico, aparte de confirmar lo que ya se sabí por los estudios anatómicos de los fósiles: que los primeros homínidos debían de caminar erguidos.
En cuanto a la paleoecología, se supuso durante mucho tiempo que el bipedismo fue una adaptación a los medios abiertos. El Rift, una estructura que delata que la parte oriental de África y Oriente Próximo están separándose del resto de África, y donde se han encontrado una gran parte de los fósiles de homínidos y desde luego los más antiguos, es un frontera climática que da particularidad a África Oriental. A finales del Mioceno, al Oeste del Rift, debido a un enfriamiento del clima global, las lluvias pudieron disminuir, pero fueron suficientes para mantener el bosque tropical. En el Rift y a su Este, las lluvias, que ya debían ser más escasas por su alejamiento del Atlántico y por la barrera que suponía la elevación de la parte occidental de esa estructura, disminuyeron lo bastante para que se iniciara la apertura de extensiones de sabana y vegetación baja. Pero el Rift convertido en sabanas corresponde más a las condiciones actuales que al inicio del Plioceno.
Se sabe que hubo un cambio brusco en el Mioceno Medio (hace 14 millones de años), siendo sustituidas, tendencialmente, las altas temperaturas por un enfriamiento paulatino pero acusado en promedio, aunque con altibajos (glaciaciones y períodos interglaciares). A finales del Mioceno y principios del Plioceno ( 6-4,3 millones de años) las intermitencias mantuvieron un volumen medio de los hielos, pero entre 4,3 y 2,8 millones de años, la magnitud de la masa helada fue mínima dentro del volumen medio. Esto significa que en la época de los homínidos más antiguos ( y de las huellas de Laetoli) el clima era más cálido que antes y después. Entre 2,5 y 2,4 millones de años atrás hubo una gran glaciación que impulsó definitivamente la extensión de las sabanas actuales.
El paleoclima del Rift estudiado en yacimientos determinados que cuentan a veces con presencia de homínidos muy antiguos indica que el hábitat fue en el Plioceno temprano el bosque tropical, no la sabana. Esto rompe la correlación que se establecía entre el bipedismo y la sabana, como ya hemos visto en otro artículo (Los primeros homínidos). Y también puede pesar a favor de un bipedismo diferente al nuestro para nuestros antepasados más antiguos: un bipedismo con piernas cortas y brazos relativamente largos, combinado con la trepa y poco apto para la carrera de resistencia, frente al nuestro (y al de los parántropos, otros homínidos de la sabana coetáneos de Homo erectus), que impide una trepa ágil, pero es muy eficiente en desplazamientos largos por terreno despejado (los humanos somos muy pobres velocistas, pero somos de los mejores marchadores y corredores de maratón -como media: yo no lo soy en absoluto- del mundo animal).
El conjunto de las pruebas puede, pues, inclinarse hacia la hipótesis de un bipedismo inicial distinto del nuestro, aunque por ahora estas pruebas son controvertidas y sólo circunstanciales.
© Julio Loras Zaera