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Hace ya muchas décadas que el lingüista Noam Chomsky propuso la hipótesis de que el lenguaje es una función biológica específicamente humana que deben controlar ciertos circuitos cerebrales, a descubrir, que producen un conjunto pequeño de principios abstractos que se actualiza cuando, durante un período crítico del desarrollo nos vemos expuestos a un lenguaje humano.

Chomsky emitió su hipótesis a partir del estudio de un conjunto variado de lenguas por el método de presentar frases a los hablantes y preguntarles si estaban correctamente construidas. Su trabajo ha sido seguido por otros lingüistas, convirtiendo su hipótesis en una teoría. Por su parte, los neurocientíficos han ido buscando los correlatos cerebrales, lo que Chomsky llama "el órgano del lenguaje"

Mucho antes de Chomsky ya se habían descubierto dos áreas del cerebro que intervienen, respectivamente, en la comprensión y en la producción del lenguaje: el área de Wernicke, en el lóbulo temporal izquierdo y contigua a la corteza auditiva, y el área de Broca, en el lóbulo frontal izquierdo y cercana a la corteza motora encargada de los movimientos de la boca y de los labios. Las lesiones en la primera hacen que los pacientes puedan hablar fluida y gramaticalmente, pero que tengan dificultades de comprensión, mientras que las lesiones en la segunda hacen que pacientes que comprenden perfectamente el lenguaje tengan enormes dificultades para producirlo.

Pero durante mucho tiempo sólo se estudiaron los lenguajes hablados. Para poder contrastar las conclusiones sobre el lenguaje era necesario buscar lenguajes que emplearan vías distintas de la oral-auditiva. El lenguaje escrito podía ser lo que se buscaba, pero para muchos está muy relacionado con la vía oral-auditiva. No en vano aprendemos a leer y a escribir leyendo en voz alta y escribiendo al dictado.

Algunos investigadores cayeron en la cuenta de que sí que hay lenguajes que no emplean esa vía para nada. Se trata de los lenguajes de señas de los sordos, cuyas vías de entrada y de salida son puramente espaciovisuales en vez de auditivotemporales. Muchos oyentes creen que esos lenguajes consisten únicamente en gestos y pantomimas para una comunicación rudimentaria. No es así. Los lenguajes de señas de los sordos son complejos y completamente gramaticales, pudiendo expresar exactamente lo mismo que los lenguajes hablados. Además, como éstos, son específicos de determinadas comunidades, pudiendo llegar a ser incomprensibles los de una comunidad y otra distinta.

En las dos últimas décadas, Gregory Hickock, Ursula Bellugi y Edward S. Klima han investigado en este terreno. Al principio estudiaron a dos pacientes sordos que siempre habían utilizado lenguaje de señas. Uno tenía una lesión en el área de Wernicke y tenía grandes dificultades en comprender las frases en lengua de señas, a pesar de que se expresaba en esa lengua con fluidez y corrección. El otro la tenía en el área de Broca y, aunque comprendía fácilmente la lengua de señas, tenía dificultad para expresarse en ella. En los pacientes sordos con lesiones en el hemisferio derecho no se presentaban esas afasias.

Luego publicaron un estudio de 13 personas sordas con lesiones en el hemisferio izquierdo y 10 con lesiones en el hemisferio derecho. Las primeras, en conjunto, presentaban dificultades serias para la comprensión de señas y frases, dificultades de fluidez, para decir qué representaban ciertas figuras, frecuentes errores parafásicos (lapsus), aunque podían hacer gestos complicados pero sin significado. Las segundas no presentaban ninguna de esas dificultades.

Otro estudio con 11 sordos lesionados en el hemisferio izquierdo y 8 en el derecho, reveló que los primeros se desempeñaban bastante peor que los segundos en la comprensión de señas sueltas, en la de frases sencillas y en la de frases complejas. De modo que parece que en los sordos gestoparlantes el lenguaje también está lateralizado en el hemisferio izquierdo.

La mayoría de las capacidades cognitivas pueden dividirse en muchos pasos de procesamiento, tanto lateralizados como no lateralizados. Los oyentes perciben y distinguen los sonidos aislados del habla, pero puede resultarles difícil, por ejemplo, distinguir entre "boca" y "poca"; distinguen las desinencias morfológicas; las construcciones sintácticas; los matices de entonación (como el que diferencia "puerto llano" de "Puertollano"); y otros rasgos que van más allá de las palabras aisladas (suprasegmentarios). Además, el discurso extenso debe establecer vínculos coherentes entre individuos,

lugares y acontecimientos de la narración.

La mayoría de esos pasos de procesamiento parece que dependen del hemisferio izquierdo. Sin embargo, la comprensión y la producción de un discurso extenso coherente es una de las excepciones. Los pacientes con lesiones en el hemisferio derecho pueden construir palabras y frases, pero suelen saltar de un asunto a otro con enlaces muy débiles entre temas. Esto tardó en descubrirse porque los tests de afasia que se empleaban evaluaban la comprensión de palabras y frases, pero no la de explicaciones largas.

Las facultades no lingüísticas de carácter espacial también pueden subdividirse en componentes con distinta lateralización. Las deficiencias severas casi siempre resultan de lesiones en el hemisferio derecho, tanto en oyentes como en sordos, pero se han observado deficiencias visoespaciales en oyentes con el hemisferio izquierdo lesionado, produciéndose síntomas típicos, como dificultad para reproducir o percibir características de nivel local (detalles de dibujos), a pesar de conservar la capacidad para identificar o reproducir correctamente la disposición general. Los oyentes con el hemisferio derecho lesionado presentan la pauta contraria: perciben y reproducen detalles, pero no la forma general.

Ante esto, los investigadores citados quisieron poner a prueba dos hipótesis referentes a los sordos: 1)el hemisferio izquierdo domina la producción y comprensión de señas y frases, por depender de una capacidad espacial de nivel local, y 2) el hemisferio derecho domina a la hora de establecer y mantener un discurso coherente, por depender de una capacidad espacial de nivel global.

Muchos sordos con el hemisferio derecho lesionado encuentran difíciles los párrafos largos y sus narraciones están llenas de incisos, comentarios tangenciales e, incluso, fabulaciones, cosa que también sucede con algunos oyentes. Pero algunos sordos con lesión en el hemisferio derecho tienen otro tipo de problemas.

En el lenguaje de señas se adopta una organización espacial peculiar cuando se cuenta una historia con varios personajes: para identificarlos, se les asigna una ubicación en el espacio (creándose una especie de escenario virtual). Algunos sordos con lesión en el hemisferio derecho conseguían centrarse en el tema, pero no eran capaces de situar el marco espacial para cada personaje.

Parece que esta dificultad discursiva no está causalmente relacionada con deficiencia en capacidades espaciales no lingüísticas. Un sordo con el hemisferio derecho lesionado, con graves limitaciones espaciales no tenía dificultad para contar historias coherentes, mientras que otro con leves problemas espaciovisuales era incapaz de definir el marco espacial para los personajes. Lo que hace pensar que los circuitos cerebrales que median en las facultades espaciales no lingüísticas son distintos de los que median en la facultad lingüística para el discurso prolongado.

En cuanto a sordos lesionados en el hemisferio izquierdo, les solicitaron la reproducción de dibujos lineales y figuras jerárquicas (como una D compuesta de x pequeñitas) con características globales y locales. Igual que los oyentes, propendían a reproducir correctamente la configuración global, pero solían prescindir de los detalles (los lesionados en el hemisferio derecho hacían lo contrario). Se estudiaron sus afasias y no se encontró correlación entre deficiencias espaciales de nivel local y severidad de la afasia.

Más recientemente, por medio de resonancia magnética funcional (RMF) y tomografía de emisión de positrones (TEP) se ha estudiado la actividad del cerebro cuando sujetos oyentes y sordos eran expuestos a un discurso hablado y a un vídeo de lenguaje de señas, respectivamente, observándose que las regiones que se activaban eran en gran medida las mismas en ambos casos.

Es posible que haya diferencias, entre oyentes y sordos en cuanto a la organización cerebral para el lenguaje, pero éstas, si existen deben de ser sutiles y no detectables por los métodos actuales.

Los tres investigadores mencionados suponen que existe una organización modular del cerebro y que diversas estructuras realizarán tareas distintas, aunque las vías de entrada o de salida sean las mismas. Así, los oyentes recibirían el lenguaje en la corteza auditiva y lo emitirían desde la corteza motora que controla los movimientos de los labios y de la boca, mientras que los sordos recibirían el lenguaje en la corteza visual y lo emitirían desde la corteza motora que controla los movimientos necesarios para los gestos. En medio, habría la misma estructura en ambos casos. La información visoespacial, en los sordos, iría a parar, por una parte, a los módulos espaciales y, por otra, al módulo lingüístico. No nos debe extrañar: lo mismo tiene que pasar con la información auditiva, que contiene sonidos lingüísticos y no lingüísticos.

© Julio Loras Zaera
Profesor Francho de Fortanete

   
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