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Nuestros parientes evolutivos más cercanos son los chimpancés. Hace un tiempo, se les creía muy alejados de nosotros, tanto en su aspecto de simios como en su comportamiento. El aspecto los sitúa más cerca de los gorilas y de los orangutanes que de nosotros. Sin embargo, la comparación del ADN nos sitúa a nosotros y a los chimpancés en un grupo separado de esos otros simios. En cuanto al comportamiento, los primatòlogos han puesto de manifiesto que los chimpancés utilizan y construyen herramientas, que son bastante inteligentes y que presentan diferencias intergrupales que no se explican por factores ecológicos, sino por evolución cultural. De todos modos, es evidente que somos muy diferentes, que nuestro uso y fabricación de herramientas es mucho más complejo y abarca todos los aspectos de nuestra vida, que nuestra inteligencia es muchísimo superior a la suya y que la cultura, en nosotros, abarca prácticamente todas las facetas de la vida. Además, tenemos algo que ellos no parecen tener en absoluto: un lenguaje doblemente articulado y una capacidad moral que nos lleva a actuar de determinadas maneras al margen de las presiones biológicas y ambientales.

Pero, pese a ese abismo, nuestras diferencias genéticas son casi insignificantes. En los años sesenta se compararon muestras de proteínas, los productos de los genes. Posteriormente, se compararon los genes directamente, llegándose a la conclusión de que nuestros genes son idénticos, como mínimo, en un 98 %. El estudio más reciente comparó 12.000 genes, sobre el 40 % de nuestros genomas, llegando al resultado de una diferencia del 1,5-1,7 %. Las noticias sobre el genoma del ratón, mal dadas y mal entendidas, podrían oscurecer la importancia de este resultado. Se ha dicho que compartimos el 99 % de los genes con el ratón de laboratorio. En realidad, nuestros genes son idénticos a los del ratón en un 80 %. El 99 % no se refiere a genes idénticos, sino a genes que producen el mismo tipo de proteínas, no proteínas idénticas, como en el caso del chimpancé. Me parece muy probable, de hecho me sorprendería enormemente que no fuera así, que ese 1,5-1.7 % de genes no idénticos entre los chimpancés y nosotros sean genes del mismo tipo.

Estos estudios se han visto confirmados por otros que utilizan una metodología distinta. En vez de comparar proteínas, como se hacía al principio, o genes, se han comparado los ARN mensajeros. El ARN es el intermediario entre el ADN y las proteínas. Un gen se transcribe primero en un ARN mensajero, que sale a continuación del núcleo de la célula y en el citoplasma sirve de molde para la síntesis de la proteína codificada por el gen. Los ARNm y sus cantidades en una célula o tejido nos delatan las proteínas que se sintetizan allí. Los investigadores compararon los ARNm del chimpancé y humanos en el hígado, en las células sanguíneas y en el cerebro. Los patrones de síntesis de proteínas eran prácticamente idénticos en los dos primeros casos, agrupando a chimpancés y humanos frente a los macacos. Pero en el cerebro había grandes diferencias, agrupándose en este caso los chimpancés y los macacos frente a nosotros.

En los años setenta, el difunto paleontólogo y biólogo evolutivo Stephen Jay Gould, planteaba la hipótesis de que nuestras diferencias con los chimpancés no se debían a los genes estructurales, sino a un número reducido de genes reguladores, genes que codifican proteínas que actúan sobre otros genes promoviendo, inhibiendo o modulando su expresión. Tal vez entre ese 1,5-1,7 % de genes no idénticos se encuentren esos genes reguladores. Pero hay que considerar otra posibilidad para la evolución, no solo los genes. En el genoma hay mucho más que genes, hay muchísimas secuencias que no codifican proteínas. Entre ellas las hay que, al unírseles determinadas moléculas, generalmente proteínas, promueven, inhiben o modulan la expresión de genes que pueden estar en las cercanías o no tan cerca. Esas secuencias han podido modificarse de manera que se modificasen las consecuencias de la unión de esas moléculas. A mi modo de ver, es posible que ni siquiera difiramos en ese 1,5-1,7 % de los genes, difiriendo, en vez de ello, en algunas de esas secuencias reguladoras.

Otra lección que se saca de esos estudios es que la evolución de nuestra rama se concentró en el cerebro. Creo que habría que completar los estudios antedichos con otros sobre el desarrollo, desde el zigoto al adulto, a nivel molecular, investigando las pautas de activación de los genes durante ese proceso. Nos daría una visión más real de las cosas, como una película da una visión más real que una fotografía, que es a lo que equivale el estudio citado.

© Julio Loras Zaera
Profesor Francho de Fortanete

   
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