Julio Loras Zaera

fortanete

Profesor Francho de Fortanete A la luz de la ciencia. Biología y asuntos humanos

Aunque hay zoólogos que consideran los perros y los lobos grises como dos especies diferentes, la mayoría piensa que constituyen dos subespecies de una misma especie. De hecho, cuando se dan circunstancias favorables, perros y lobos se cruzan produciendo híbridos completamente fértiles.

No hay acuerdo en cuanto al momento de separación entre lobos y perros ni en cuanto a la domesticación de estos últimos, aunque parece haberlo sobre la domesticación como promotor de la separación de lobos y perros. Un estudio genético de 2014 comparando los genomas de tres lobos de las áreas geográficas donde se supone que pudieron domesticarse los perros(uno de China, otro de Israel y otro de Croacia), dos perros de dos razas de zonas aisladas de los lobos modernos (un basenji y un dingo), un boxer y un chacal dorado concluía que los tres perros constituían un grupo hermana y los lobos, otro. Es decir que los perros compartían un antepasado común que no compartían con los lobos y que éstos compartían un ancestro que no compartían con los perros. Lo cual parece indicar que los perros no se originaron de ningún grupo de lobos actual y que lobos y perros comparten un antepasado. Tal vez ese antepasado desapareció cuando se separaron lobos y perros. La separación, según el estudio, se habría producido entre 9.000 y 34.000 años A. P. (antes del presente). Los autores del estudio (no era ése su objetivo) no se pronunciaban sobre si la separación fue fruto de la domesticación.

El genoma del lobo propietario de una mandíbula hallada en el permafrost del norte de Siberia y datada en 35.000 años A. P: sugería en 2015 que los ancestros de los perros y los de los lobos actuales podrían haberse separado entre 27.000 y 34.000 años atrás.

En 2016, otro estudio sorprendió sugiriendo que los perros se habían originado dos veces. Los autores determinaron las secuencias del ADN mitocondrial de 59 antiguos perros europeos que vivieron entre 3.000 y 14.000 años A. P., así como el genoma completo de un perro de 4.800 años de antigüedad hallado en el asentamiento humano de Newgrange, en Irlanda. Cuando se compararon estos genomas con los de cientos de perros y de lobos modernos, de Asia oriental y Europa occidental, aparecieron dos divisiones en las secuencias de los perros. La primera, como era de esperar, separaba los modernos perros lobos Saarloos, una raza holandesa creada en los años 1930, de las otras razas caninas. Pero la segunda, una división muy antigua, separaba los perros de Asia Oriental y los de Europa occidental, y parecía haberse producido entre 6.400 y 14.000 años atrás.

Este último estudio no iba en la línea de los citados antes, sino que, respecto al momento de la domesticación, seguía la corriente anterior en la investigación, al plantear dos domesticaciones geográficamente independientes. Al no cuestionar, tampoco, los estudios mencionados antes, además, separaba en el tiempo las cuestiones de la domesticación y de la evolución separada, permitiendo pensar la posibilidad de una separación de perros y lobos previa a la domesticación.

Aún queda mucha investigación a realizar sobre el origen y la domesticación de los perros. No hay acuerdo total, sin embargo podría aceptarse como bastante probable que los perros se originaron cuando los humanos vivíamos como cazadores-recolectores, y lo hicieron por un proceso de coevolución entre ellos y nosotros, más que por un proceso de domesticación pura, y que tiene una antigüedad de más de 25.000 años, de muchos miles de años antes de que empezásemos a domesticar otros animales, como los cerdos, las ovejas o las vacas.

Hay varias hipótesis sobre cómo se produjo la domesticación. Pueden agruparse en dos conjuntos principales: las que abogan por un proceso en el que los ancestros de los perros jugaron un papel pasivo como objetos de domesticación en que el papel activo lo jugaron nuestros antepasados; y las que hablan de un proceso en dos pasos, siendo el primero la conversión en comensales (animales que aprovechaban los recursos y las actividades de los humanos) de los antepasados de los perros, con el consiguiente acercamiento e incluso convivencia (y progresiva mutualización de la relación), y siendo el segundo más parecido a lo que se entiende por domesticación. El primer tipo de hipótesis es tan compatible con la creencia inicial de la aparición del perro en el Neolítico como con la asunción de una aparición más antigua. No así el segundo, que cuadra más con una mucho mayor antigüedad del perro, bastantes miles de años antes de la agricultura y la domesticación de otros animales, como la que plantean los estudios genéticos de los últimos años.

Existe en Austria un centro de investigación sobre los lobos y los perros donde hay varias manadas tanto de unos como de otros. Tanto los lobos como los perros de ese centro están habituados al contacto próximo con los humanos, de modo que se pueden realizar con ellos diversos experimentos conductuales. Mediante algunos de esos experimentos se ha observado que tanto los perros como los lobos son capaces de mostrar a los humanos la localización de alimento que ellos no pueden alcanzar, a fin de que los humanos se lo alcancen. Hacen esto cuando el experimentador se comporta de manera cooperativa, mientras que no señalan en presencia de un experimentador que actúa de manera competitiva (se queda el alimento). El señalamiento se produce alternando la mirada entre los ojos del experimentador y el lugar donde se ha escondido el alimento. En esta tarea, perros y lobos acostumbrados a los humanos tienen el mismo comportamiento.

El hecho de que los perros, animales domesticados hace muchos miles de años, criados y seleccionados para realizar muy diversas tareas con nosotros, sean muy sociables con los humanos y colaboren estrechamente con nosotros hacía pensar que su capacidad de cooperación sería superior a la de los lobos. En el centro austríaco del lobo se hicieron una serie de experimentos con lobos y con perros a fin de confirmar la hipótesis.

En esencia, los experimentos consistían en poner parejas de lobos o de perros ante una caja experimental de uso habitual en experimentos con primates. En la caja había alimento apetecible para los animales, pero éstos sólo podían tener acceso a él si la pareja tiraba a la vez de dos cables, sacando así la comida de la caja. Los perros cosecharon muy malos resultados (no tiraban a la vez de los dos cables), mientras que los lobos tuvieron éxito un número significativamente mucho mayor de veces. Los perros tal vez colaboran estrechamente con los humanos, pero no lo hacen entre sí, mientras que los lobos son muy cooperativos con los miembros de su especie.

La explicación de esta aparente anomalía viene de la socioecología respectiva de lobos y perros. Aunque estamos acostumbrados a los perros como animales domésticos, hay en diversas regiones del mundo manadas de perros salvajes no descendientes de las razas de perros actuales, sino de perros asilvestrados hace milenios. Con esas manadas han comparado los investigadores las manadas de los lobos. La existencia de estas manadas de perros salvajes está afectada directamente por actividades humanas, tanto como por sus pautas de dispersión, disponibilidad de alimento y elección de pareja. Típicamente, estos perros viven cerca de asentamientos humanos y, al menos en algunas áreas, sus tasas de supervivencia se ven afectadas por la intervención humana. Los principales componentes de su dieta son basuras (del 50 al 80%) con granos y heces humanas. Aunque en algunos casos la caza de animales salvajes forma parte de su ecología alimentaria, en la mayoría de sus poblaciones juega un papel secundario y subordinado a la escasez de los recursos de origen humano. De acuerdo con el hecho comprobado de que los perros son portadores de mutaciones que permiten el aprovechamiento de las féculas, los alimentos que las contienen son importantes en su dieta. La rebusca de desechos de los humanos juega un importante papel por encima de la caza. En consonancia con ello, la obtención de alimento por parte de esos perros es una actividad individual o diádica, no una actividad cooperativa. Esa actividad, caracterizada por la búsqueda de porciones de alimento más dispersas y menores que la caza, provocaría más conflicto que cooperación si se hiciera en grupo.

Los perros salvajes parecen ser facultativamente sociales, dependiendo de la abundancia de alimento, del estatus de crianza de las hembras y de la estación. En la mayoría de los casos, las manadas están formadas por entre dos y ocho individuos, aunque se han registrado algunas de hasta 27 individuos. Son manadas multimachos y multihembras, con algunas hembras que se aparean sólo con un macho, pero siendo la mayoría promiscuas. Generalmente, las crías son cuidadas por sus madres y, como mucho, por sus padres o abuelos. A las 10-11 semanas, las madres dejan de cuidar a los cachorros, que se unen a su manada nativa o se dispersan.

En cuanto a los lobos, la mayoría dependen de la caza en grupo de ungulados. Tanto la abundancia como la localización de las presas varía estacionalmente, aunque la predictibilidad es baja. Además, la caza es arriesgada, dado que muchos ungulados son capaces de infligir heridas a los cazadores. Finalmente, la caza requiere una extraordinaria persistencia, dado que la tasa de éxito oscila entre el 10 y el 49 por ciento. Aunque la relación entre el tamaño de la manada y el éxito en la caza no es lineal, dependiendo del tipo de presa y la defensa frente a los carroñeros, parece jugar un papel en el éxito cinegético y en la defensa del territorio.

Las manadas de lobos están formadas por una pareja reproductora unida a largo plazo, su descendencia adulta y subadulta y los cachorros de la última camada. A veces,, también hay adultos no relacionados con la pareja. Todos los miembros participan en la cría de los cachorros regurgitando alimento para éstos y para la hembra lactante, participando también en la defensa contra los predadores. Los cachorros empiezan a participar en la caza a los 7-8 meses, aunque son casi totalmente dependientes de los otros miembros de la manada. La caza en grupo y la crianza común hacen a los lobos altamente dependientes de la cooperación entre ellos.

Aunque hay solapamiento ocasional en la socioecología de perros y lobos, las diferencias pueden explicar perfectamente el mejor desempeño de los lobos respecto a los perros en tareas que requieren la cooperación entre ellos. Del mismo modo, la mayor cooperación, respecto a los lobos, de los perros con los humanos se explicaría por su dependencia de nuestra especie. Pero esto último ya se esperaba, no así lo primero.

Octubre de 2018

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