Julio Loras Zaera

fortanete

Profesor Francho de Fortanete A la luz de la ciencia. Biología y asuntos humanos

Se llama homínidos a todos los animales que comparten con nosotros un antepasado común que no comparten con el chimpancé. Se suele considerar que constituyen una familia, la categoría de clasificación superior al género (el cual es la categoría superior a la especie). Pero hay quien los considera un subgénero, categoría que abarca a los miembros de un género que comparten características no compartidas con el resto de miembros del mismo. Quienes los consideran un subgénero tienen razones poderosas, basadas en la genética molecular: los humanos compartimos con los chimpancés más genes que los perros con los zorros, que se agrupan en el mismo género, Canis; luego, para ser coherentes, deberíamos incluirnos en el mismo género, ya se llame éste Pan (el género de los chimpancés), ya se llame Homo.

Pero las razones de los que consideran a los homínidos una familia también son poderosas. Aducen que la "genealogía" (filogenia) es una cosa y la clasificación, otra. La clasificación debe ser coherente con la filogenia, desde luego (no debemos clasificar en un mismo grupo a los chimpancés y a los zorros y en otro distinto a los humanos), pero también tiene que atender al grado de semejanza morfológica y comportamental. Y, desde luego, nuestra morfología y nuestro comportamiento, comparados con los de los chimpancés, son más distintos que los de los perros comparados con los de los zorros.

De modo que no me pronunciaré sobre esta cuestión de clasificación. Lo único que debe quedar claro es que los homínidos constituyen un grupo natural descendiente de un antepasado común que no comparten con ningún otro grupo. Y ya podemos entrar en materia.

Los últimos descubrimientos de los homínidos más antiguos, si no hay otros que lo son más o igual que, al descubrirse, nos indiquen lo contrario, indican que una característica compartida por todo nuestro grupo es el bipedismo, que tanto nos diferencia de nuestos parientes vivos más próximos y que podría considerarse como lo que técnicamente se llama una sinapomorfia o un carácter derivado compartido, lo que significa un carácter que los otros parientes evolutivos próximos no lo presentan y que ha evolucionado en nuestra rama. Aunque habría que cualificar este bipedismo, puesto que como vimos en Los primeros homínidos, al parecer existió hace 8 millones de años un primate bípedo que no es antepasado nuestro, ni siquiera está en la línea que luego se bifurcó entre los chimpancés y nosotros. Pero su supuesto bipedismo, basado en la reconstrucción que hizo Salvador Moyá, era distinto del nuestro y no era apto para desplazarse deprisa, sino más bien para desplazarse en el suelo del bosque recogiendo frutos del sotobosque. Quedamos, pues, en que parece que una característica que puede definir a los homínidos es que son primates bípedos que se desplazaban eficientemente por el suelo de esa forma. No es, en cambio, una sinapomorfia de los homínidos el gran cerebro, creencia equivocada que jugó un papel fundamental en la aceptación del famoso fraude de Piltdown, una falsificación construida a base de un cráneo de un humano y una mandíbula de simio. Y creencia que también jugó un papel fundamental en el fuerte rechazo inicial con que se recibió la interpretación de Raymond Dart del llamado informalmente niño de Taung (el Australopithecus africanus) como un miembro de nuestra familia por la pequeñez de su cráneo, similar al de un chimpancé.

La genética molecular, mediante la comparación del ADN del chimpancé y el nuestro sobre el fondo del ADN de otros primates que comparten un antepasado con los dos primeros del que se dispone de restos fósiles bien datados (así se calibra el "reloj molecular") indica que la bifurcación se produjo hace entre 4,5 y 7 millones de años. No se ha encontrado el antepasado inmediatamente anterior a esa separación, es decir, el último antepasado que compartimos con los chimpancés. Hay quien supone que era un simio que marchaba a cuatro patas y hay quien cree que caminaba como los gorilas y los chimpancés, apoyando sobre el suelo las falanges medias de las manos. Un análisis multivariante de los rasgos de las muñecas de gorilas y chimpancés y homínidos apoya esta segunda interpretación, indicando que el "nudilleo" es el rasgo primitivo.

La primera especie homínida conocida después de ese hipotético ancestro común, y tal vez, por su antigüedad, la primera de modo absoluto es Orrorin tugenensis, cuyos restos fósiles, pertenecientes a varios individuos y encontrados en un único yacimiento, en las Tugen Hills de Kenia, incluyen fragmentos grandes de fémures y húmeros y diverso material dentario. Brigitte Senut y colaboradores, sus descubridores, afirman que los fémures indican que era un bípedo habitual, incluso obligado, aunque la cresta lateral del húmero y la curvatura de las falanges indican que también debía de ser un trepador habitual. Sus dientes, especialmente los molares tienen el esmalte grueso, como homínidos posteriores (nosotros incluidos) y a diferencia de los chimpancés que lo tienen delgado. El bipedismo y el esmalte grueso indujeron a Senut a sacar de los homínidos al siguiente en antigüedad, el ardipiteco, que tenía el esmalte fino y a quien hasta el descubrimiento de O. tugenensis se tenía por el antecesor de todos los homínidos posteriores, para situarlo en la rama de los chimpancés. Se daba la circunstancia de que entonces aún no se había estudiado el esqueleto postcraneal del ardipiteco, estudio del que se sacó la conclusión provisional (sólo se han estudiado los huesos del pie) de que también era bípedo, lo que, dado que Orrorin, más antiguo, ya lo era y sería muy raro, a no ser que el antepasado común de chimpancés y homínidos fuera bípedo (es decir que la condición primitiva fuese la bipedia) o que el ardipiteco hubiera desarrollado la bipedia independientemente, para que luego sus especies descendientes la perdieran, parece indicar que verdaderamente el ardipiteco era un homínido. Parece que Senut sigue en sus trece, pero hay que tener en cuenta que tal vez el grosor del esmalte, tan ligado a la alimentación, no sea una característica a tener en cuenta a la hora de elaborar filogenias (para deducir el parentesco de una persona nos fijaremos en características que no tengan que ver con su estilo de vida; no nos fijaremos en la musculatura de sus brazos, por ejemplo, sino en el color de sus ojos o en la forma de su barbilla).

El ardipiteco, Ardipithecus ramidus, del cual ya hablé en el artículo citado, fue hallado por primera vez en 1992 en el Awash Medio (Etiopía) y luego por lo menos en otro lugar en la misma zona. El fósil más antiguo está datado en 5,8 millones de años y el más moderno en 4,4. Como he dicho antes, su esmalte es fino, como el de los chimpancés, lo que es indicio de una dieta basada principalmente en los frutos del bosque tropical. Los fósiles consisten en dientes y restos postcraneales fragmentarios, fundamentalmente, junto con fragmentos craneales. Se identificó como homínido por las piezas dentales, básicamente por sus caninos reducidos (los chimpancés, especialmente los machos, los tienen grandes). El análisis de algunos huesos del pie, el año pasado, indicó que sería bípedo. Antes de descubrirse Orrorin, se supuso que el ardipiteco era el ancestro de todos los demás homínidos. Actualmente se considera que forma parte de una rama lateral a la de los demás homínidos.

Los siguientes homínidos son los australopitecos, de los que se han descubierto cuatro o cinco especies (dependiendo de que se considere al descubierto por Dart en los años veinte como un australopiteco o como un parántropo). Eran homínidos de pequeño tamaño (comparados con nosotros), con brazos bastante más largos, proporcionalmente, que nosotros (nuestra relación húmero/fémur es 0,71, mientras que la de los australopitecos era en torno a 0,85) y más cortos que los chimpancés ( húmero/fémur: chimpancés 1,02, bonobos 0,98), con las falanges de las manos curvadas, acortamiento pronunciado del ilion (hueso de la cadera) que lo separaba de las últimas costillas, con aumento del número de vértebras lumbares, lo que, en conjunto indica que tenían mayor giro de cintura que los chimpancés. Pero las reconstrucciones de su tórax se parecen más al del chimpancé (más ancho por abajo) que al nuestro (en forma de tonel). Debían, por tanto, ser buenos trepadores. Su cabeza recuerda a la del chimpancé y a la de la hembra gorila, con un neurocráneo ligeramente mayor. Por lo menos los cráneos de los machos podían tener una cresta sagital cuyo propósito sería dar más superficie de inserción al músculo temporal, que debía de ser muy potente. También tenían una cresta transversal en la nuca que proporcionaba inserción a los músculos nucales, lo que daría a su cabeza una forma apepinada. A diferencia de los chimpancés, no tenían toro supraorbital, reborde del hueso frontal, sobre las órbitas, separado por un surco del resto de ese hueso. El foramen magnum (el agujero por el que se unen el encéfalo y la medula espinal) lo tenían debajo del cráneo, una prueba inequívoca de postura erguida.

En cuanto al esqueleto facial, algo diferente del de los chimpancés, presenta mucho prognatismo (adelantamiento de la cara por debajo de la nariz) y la nariz no sobresale porque los huesos nasales no formaban un puente óseo como el nuestro. Sus caninos eran más reducidos que en los homínidos anteriores.

El hábitat de todos los homínidos presentados hasta aquí era forestal, como se deduce de los restos fósiles de monos y antílopes asociados a los suyos y en correspondencia con el mantenimiento de la capacidad de trepar. Parece que el hábitat de los australopitecos más modernos (3-2 millones de años) debía de ser un mosaico de bosque denso, bosque claro y formaciones de vegetación más baja.

El australopiteco más antiguo y al que se considera antecesor de los demás es Australopithecus anamensis (4,3-3,9 millones de años). Hace un tiempo se consideraba a A. afarensis como el antecesor de la rama "robusta" de los homínidos, considerando que bien tenía una especie hermana desconocida que dio lugar a A. africanus y a Homo, bien que era la especie ancestral tanto de esa especie desconocida como de los homínidos "robustos". Varias líneas de investigación apuntan que esto puede estar equivocado: restos de hace 3,5 millones de años se han asignado a A. africanus, que antes se creía que no superaba los 3 millones de años, haciéndolo coetáneo de A. afarensis, y el examen del africanus sin compararlo con los "robustos" y comparándolo con Homo y con Kenyapithecus lo revela como "robusto". Esto lleva a bastantes paleoantropólogos a considerar que el afarensis y el africanus fueron especies hermanas y que el segundo es la especie progenitora del linaje "robusto". Es esto lo que hace que algunos cambien de género al africanus y lo sitúen entre los parántropos, de los que hablaré en el siguiente artículo.

Los otros australopitecos son A. bahrelghazali y A. garhi, datados sin seguridad en 3,5 y 2,5 millones de años, respectivamente. Los paleoantropólogos todavía no se atreven a situarlos en el árbol de los australopitecos.

© Julio Loras Zaera
Profesor Francho de Fortanete

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