Julio Loras Zaera

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Profesor Francho de Fortanete A la luz de la ciencia. Biología y asuntos humanos

"Algunos días después llevé un macho de Mantis carolina a un amigo que tenía una hembra solitaria como mascota. Al ponerlos en el mismo tarro, el macho, alarmado, intentó escapar. En pocos minutos, la hembra consiguió atraparlo. Primero le arrancó los tarsos delanteros izquierdos y consumió la tibia y el fémur. Seguidamente devoró su ojo izquierdo. Al ocurrir esto, el macho pareció percibir su proximidad a un miembro del sexo opuesto y empezó a intentar, en vano, copular. La hembra devoró después su pata delantera derecha, y después lo decapitó, comiéndose su cabeza y royendo hasta el tórax. No se detuvo hasta que hubo devorado el tórax completo, a excepción de uno tres milímetros. Durante todo este tiempo, el macho había continuado sus vanas intentonas por acceder a las valvulillas de la hembra, lográndolo ahora al abrir ella las partes voluntariamente, con lo que se consumó la unión. Ella permaneció quiescente durante cuatro horas, y lo que quedaba del macho dio, durante tres horas, signos ocasionales de vida, con movimientos esporádicos de uno de los tarsos que quedaban de él. A la mañana siguiente la hembra se había librado de su esposo. Sólo quedaron las alas."

Sirva este texto de 1886, escrito en una viva prosa tan alejada de la asepsia y la sequedad de los trabajos científicos actuales, como introducción al fenómeno que los biólogos llaman canibalismo sexual: el consumo del macho por parte de la hembra durante o después de la cópula. El creacionismo y las teorías evolutivas competidoras con la de Darwin, con su explicación de las adaptaciones perfectas (las alas del albatros, la forma del tiburón), no podían explicar las imperfecciones de los seres vivos y la presencia de caracteres que reducen la adaptación, perjudican a la especie y truncan la vida del individuo.

Darwin podía explicar estas cosas, porque en su teoría lo fundamental es dejar descendencia (en el lenguaje actual, transmitir genes). Si algo reduce la adaptación estricta al medio, disminuye la viabilidad de la especie o acorta la vida de los individuos, pero permite a los individuos que lo tienen transmitir sus genes a la siguiente generación, la selección lo promoverá. El libro de Darwin "El origen del hombre" es todo un tratado acerca de la selección sexual, que promueve caracteres (como la cola del pavo real o la cornamenta de los ciervos) que no aumentan la adaptación e incluso la pueden reducir, promoviendo a cambio la reproducción de los individuos que los presentan.

El canibalismo sexual ha recibido una explicación así. Se han propuesto modelos matemáticos según los cuales esta conducta será favorecida por la selección cuando, por una parte, los machos tengan poca oportunidad de volver a aparearse y, por otra, su consumo represente una aportación energética importante para la descendencia a través de la madre.

Buskirk, Frohlich y Ross, que hicieron uno de estos modelos, buscaron información sobre el canibalismo sexual y lo encontraron infrecuente en general y mucho menos común que otras formas de canibalismo sobre parientes cercanos (como hermanos o madres). Sólo encontraron documentación referente a los artrópodos y sólo en alrededor de 30 especies (la mayoría arañas).

En el artículo en que informaban de su estudio presentaban tres ejemplos que podían servir como modelos:

  1. La hembra de mantis religiosa (Mantis religiosa y otras especies relacionadas) ataca y devora todo lo que se mueve y es más pequeño que ella. El macho, más pequeño, se aproxima lentamente, procurando mantenerse fuera de su línea de visión, inmovilizándose, como si jugara al escondite inglés, cuando queda dentro de su campo de visión. Cuando llega cerca de la hembra, salta sobre su espalda. Tras copular, se lanza tan lejos como puede y huye rápidamente.

    Los machos de mantis decapitados, como hemos visto, tienen más rendimiento sexual. Los movimientos copulatorios están regulados por unos nervios en el último ganglio abdominal e inhibidos por centros situados en el ganglio subesofágico. Si se come la cabeza, la hembra se come ese ganglio, con lo que libera la conducta copulatoria.

  2. La hembra de la araña viuda negra es también muy voraz y ataca a todo lo que llega a la tela y es más pequeño que ella. Los machos pesan el 2 % de las hembras. Estos machos dan golpecitos y tirones a algunos hilos de la tela de la hembra. Si ésta se lanza, se retiran o echan a volar con el hilo que segregan. Si no, se aproximan cautelosamente, cortando la tela en puntos estratégicos para reducir las rutas de ataque. Luego suelen lanzar varias hebras en torno a la hembra, hebras que no la pueden inmovilizar. Entonces tiene lugar la cópula. El macho inserta un palpo y después el otro. Hecho esto, la hembra puede devorarlos.

    Generalmente, a los machos, en la cópula se les rompe el extremo del palpo, que queda dentro de la hembra, como un tapón sexual. Asimismo, el macho muestra mucha menos avidez y cautela al salir huyendo, soliendo quedarse en la vecindad de su pareja o irse muy lentamente.

  3. Las hembras del escorpión del desierto Paruroctonus mesaensis son muy rapaces y devoran indiscriminadamente cualquier bicho de cierto tamaño más pequeño que ellas. Los machos tienen ese tamaño. Los machos realizan un ritual de cortejo iniciado con movimientos de asimiento y amasado realizados con los quelíceros. Luego sujetan las quelas de la hembra con las suyas y ejecutan la promenade à deux, una bella danza recíproca y simétrica. No inseminan directamente a la hembra con un pene, sino que depositan un espermatóforo sobre un palito o un tallo de hierba. Durante la promenade guian a la hembra hasta encontrar el lugar adecuado, depositan el espermatóforo y golpean o pican a la hembra, separándose y huyendo. Polis y Farley, observando más de veinte casos, apreciaron dos en que la hembra devoraba a su pareja mientras el espermatóforo permanecía cerca, a la espera de que la hembra se lo insertara.

En el tercer ejemplo, los machos hacen todo lo posible para escapar y suelen lograrlo (sólo fueron devorados dos de más de veinte). No parece, por lo tanto, que haya selección para el canibalismo sexual. Éste es, simplemente accidental y resultado de la voracidad de las hembras.

El caso de las viudas negras parece ajustarse más a la teoría. Antes de la cópula, las arañas parecen tan cuidadosas como los escorpiones, pero después son bastante más descuidadas. Además, si el tapón sexual les impide trasmitir sus genes por quedar incapacitadas, ya han cumplido su finalidad darwiniana. Sin embargo, comerse un macho con un peso que sólo es el dos por ciento del suyo, ¿supone una aportación importante a la descendencia? ¿Y con qué frecuencia canibalizan las hembras a los machos? Se ha visto permanecer sin ser tocados durante dos semanas y más sin que las hembras los molesten.

En el caso de las mantis, la mayor capacidad fecundadora del macho decapitado habla a favor del canibalismo sexual, pero no hay datos cuantitativos de la frecuencia de consumo de los machos por las hembras. Liske y Davis grabaron en vídeo decenas de cortejos y apareamientos de otra especie de mantis. Ni una sola hembra decapitó o devoró ningún macho. Fotograma a fotograma, aparece una serie de comportamientos dirigidos a suprimir la voracidad de las hembras: fijación visual, oscilación de las antenas, aproximación lenta, arqueamiento repetido del abdomen y gran asalto final. Estos autores sugieren (aunque su estudio sólo se refiere a una especie) que los anteriores informes sobre canibalismo sexual pueden ser resultado de comportamientos aberrantes de mantis en cautividad.

De modo que la teoría sobre el canibalismo sexual es bonita, pero los datos son, todo lo más, ambiguos y referidos a sólo una treintena de especies de un solo grupo, no habiendo ninguno en ningún otro grupo en que también podría darse. Tal vez sea el momento, en esta cuestión, de atender a otro aspecto de la teoría de Darwin, el que se refiere a la historia: tal vez no se ha dado la evolución hacia la voracidad de las hembras en algunos de esos grupos, tal vez en otros los machos sean mayores y más fuertes que las hembras, tal vez en el caso de la mantis, el control rígido del comportamiento sexual -también las hembras decapitadas tienen un comportamiento sexual, puesta de huevos incluida- sea anterior al aumento de tamaño de las hembras y a su voracidad, con lo que el consumo del macho por la hembra -que está por demostrar que sea un comportamiento normal- sea un subproducto de otra característica…

© Julio Loras Zaera
Profesor Francho de Fortanete

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