En mi adolescencia desarrollé una gran afición a las ciencias naturales, especialmente a la zoología. Una tía mía muy querida, sabiéndolo, me regalaba libros sobre esos temas. De ellos, me impactaron especialmente los de la Colección de la Naturaleza de Life. Eran unos libros magníficos, bien encuadernados, con textos generalmente de científicos punteros, ilustraciones muy clarificadoras y magníficas fotografías. De cuando en cuando, hoy, cincuenta años después, los releo. Hace poco releí el titulado Evolución. Aún me gusta leerlo, aunque, a diferencia de la mayoría de los de la colección, fue escrito por una periodista y no por un científico, lo que redunda en algunas imprecisiones, por otra parte no muy importantes. En algunas partes está algo desfasado, no en vano han pasado más de cincuenta años desde que se escribió y la biología evolucionista ha avanzado mucho en ese tiempo, pero sigue siendo un libro de gran valor para introducir en la teoría de la evolución a gente que no está familiarizada con ella y para inducirla a buscar maneras de profundizar, con una bibliografía bastante útil.
En esta última relectura me llamó mucho la atención parte del último capítulo, en la que, a través de las opiniones de tres grandes biólogos de aquellos años, se venía a decir que los humanos hemos llegado a un punto en que, con los progresos en biología y medicina –especialmente esta última-, estamos anulando la selección natural. Esos tres biólogos, H. J. Muller (el genetista que usó la mosca de la fruta para desentrañar los misterios de la genética), T. Dobzhansky (uno de los coautores de la síntesis entre Darwin y Mendel) y P. Medawar (entre otras cosas, Nobel por sus trabajos en inmunología) estaban preocupados por la degradación de la raza humana al permitir la permanencia y la extensión de genes predisponentes a enfermedades graves como el retinoblastoma o la tuberculosis. Incluso les preocupaba que las personas “menos inteligentes” tenían proles más numerosas que aquellas con estudios universitarios. Hace cuarenta años, después de lo que hizo con la eugenesia la Alemania nazi, derrotada en la Segunda Guerra Mundial, ya nadie se atrevía a propugnar las “soluciones” nazis, aunque la eugenesia, con métodos más suaves, se practicó en los EEUU y en los países del Norte de Europa hasta los años setenta del siglo pasado. En consecuencia, estos tres científicos no proponían métodos para evitar la reproducción de los “menos aptos”, pero sí, alguno de ellos, para fomentar la de los “más aptos”
No pretendo ahora entrar a discutir cosas como la heredabilidad de la inteligencia, sino lo que considero una concepción errónea de la aptitud y la idea de que tenemos la capacidad de anular la selección natural, de que de hecho la estamos anulando. Estas ideas erróneas son admisibles en genetistas e inmunólogos que no hacen biología de campo o que no están especializados en biología evolutiva. No era el caso de T. Dobzhansky, por lo que solo puedo atribuir su desliz a las ideas sociales dominantes en aquellos años. Lo erróneo de la concepción de la aptitud de estos tres científicos estaba en su consideración como algo genérico o más bien absoluto, independiente de las circunstancias. En realidad, aptitud es un concepto vacío si no se relaciona con las condiciones del medio. Por ejemplo, nosotros no somos más aptos que los leones. En el medio de los leones, separados del nuestro con todos sus artilugios, nuestra aptitud sería nula, como lo sería la de los leones en el nuestro. Y centrándonos en nuestra especie, los individuos con genes de retinoblastoma o de propensión a la tuberculosis o miopes eran menos aptos que los demás antes de la medicina moderna. En la actualidad son indistinguibles en cuanto a aptitud del resto de los humanos. La prueba a posteriori de la aptitud es la reproducción y los individuos con esas características no se reproducen menos, por término medio, que el resto. Y esto me da pie a decir que en términos biológicos los ”menos inteligentes” que se reproducen más que los “cultivados” són más aptos que estos. Dado que, por causas que aquí no voy a explicar, la corta inteligencia se asocia con la pobreza, esto da pie al dicho del Nazareno de que “los pobres heredarán la tierra”.
La preocupación de Muller, Medawar y Dobzhansky por el bloqueo de la selección natural estaba totalmente fuera de lugar. La selección natural actúa en función del medio concreto siempre que haya variación genética. Es muy importante fijarse en lo del medio concreto. La selección no actúa en la misma dirección para todos los medios, sino que es función de cada uno de ellos. Nuestro medio no es el de los humanos prehistóricos y ni siquiera es el de hace cien años. Nuestros logros, no solo en medicina, sino en muchos campos, también en el social, han creado un medio nuevo, en el cual, como siempre, actúa la selección natural adaptándonos a él. Lo que antes eran ventajas biológicas ya no lo son y seguramente debe de haber ventajas nuevas (y otras antiguas) sobre las cuales sigue actuando la selección natural. Un ejemplo de desventajas antiguas son los cánceres infantiles. Y hay muchas nuevas, por ejemplo, la susceptibilidad a infecciones víricas graves. Algunas dejarán de serlo con los avances en medicina, pero aparecerán otras no tratables, por ejemplo, relacionadas con la pericia tecnológica. De modo que tenemos selección natural para rato.
Octubre de 2021