Desacreditado el mesmerismo, ya en nuestros tiempos se ha abogado (por parte de los vendedores) en favor de la eficacia de los campos magnéticos estáticos producidos por dispositivos como pulseras, mantas, etc., que suponían en 2006 un negocio de más de mil millones de dólares anuales. El auge de estas terapias comenzó cuando la NASA, al enviar personas al espacio por tiempo prolongado, pensó que su salud parecía afectada por la ausencia del campo magnético terrestre.
El supuesto fundamento de estas terapias es que los campos magnéticos mejoran el flujo sanguíneo en los tejidos subyacentes y la oxigenación tisular. Pero diversos estudios han mostrado que los campos utilizados son demasiado débiles para afectar a esos tejidos, en la medida que su intensidad, ya pequeña, disminuye con el cuadrado de la distancia. Incluso en los campos magnéticos utilizados en la imagen por resonancia magnética, que son muchas veces más intensos que los usados en la magnetoterapia, no se ha encontrado ninguno de sus supuestos efectos.
Los estudios sobre la eficacia de los campos magnéticos estáticos son muy difíciles de realizar, ya que el cegamiento es casi imposible: los campos se pueden detectar con objetos que contengan hierro. El cegamiento incompleto tiende a favorecer los resultados positivos, sobre todo, como viene sucediendo, cuando las muestras son pequeñas. Las afirmaciones sobre los beneficios para la longevidad y el tratamiento del cáncer que se ven en la publicidad no se apoyan en ninguna investigación.
Más recientemente, se vienen aplicando campos electromagnéticos pulsantes (PEMF) para el tratamiento de fracturas y lesiones musculares. En principio, esta terapia tiene más base científica. Cuando el hueso está curvado o roto, genera un campo eléctrico. Este campo de bajo nivel estimula la reparación. Se sabe que el tejido óseo se deposita en zonas de carga negativa y se absorbe en las de carga positiva. Teóricamente, los campos electromagnéticos pulsantes inducirían un campo eléctrico negativo en el lugar de fractura apoyando la curación.
Las cosas son más complicadas, puesto que también parece que los PEMF aumentan el metabolismo celular, podrían reducir las citocinas inflamatorias e incrementar la capacidad de restauración del equilibrio entre los radicales libres y las sustancias antioxidantes. Con lo que esta terapia se utilizan en muy diversas afecciones.
Sin embargo, como suele suceder, los estudios sobre su eficacia son pocos y de no demasiada calidad. Como mucho, y a falta de estudios bien realizados y con muestras suficientes, los PEMF son una terapia dudosa que necesita más estudios para poderla recomendar con conocimiento de causa, mas dudosa en otras indicaciones que en la rehabilitación de fracturas y desgarros musculares. No se puede decir aún que es charlatanería pura como la magnetoterapia, pero sí que se requieren más estudios bien diseñados para aceptar su eficacia.
Septiembre de 2018