Habitualmente la acción de la selección natural debe inferirse mediante el cambio fenotípico y genético a lo largo de mucho tiempo, pero a veces se tiene ocasión de verla actuar, como si dijéramos, ante nuestros ojos. Es el caso de un estudio de Shane C. Campbell-Staton et al publicado en Science el 22 de octubre pasado.
Los autores estudiaron el caso de los elefantes de Mozambique tras veinte años de guerra civil, durante los cuales los contendientes cazaron muchos elefantes por los colmillos con el fin de obtener financiación.
En el parque de Gorongosa, debido a la intensa caza practicada por los dos ejércitos, se produjo en esos años una drástica disminución de la población de elefantes y los autores del estudio hallaron una sorprendente proporción de hembras sin colmillos después de la guerra. Podría haberse debido al cuello de botella por el que pasó la población de elefantes con la fijación azarosa de ese rasgo (en un cuello de botella poblacional se suele producir por azar, debido al efecto fundador consistente en la presencia en una muestra pequeña de genotipos raros en proporción superior a la de la población inicial, la fijación de genotipos raros no favorecidos por la selección). Sin embargo, no fue eso lo que encontraron los genetistas investigadores. En los veinte años de guerra civil, la población de elefantes de ese parque se redujo en más del 90 %, descenso acompañado de un aumento de las proporciones de hembras sin colmillos del18,5 al 50,9 %. Para descartar el efecto del cuello de botella, los autores hicieron varias simulaciones de la disminución de la población en esos veinte años aplicando los mismos coeficientes selectivos para los caracteres “con colmillos” y “sin colmillos”. De esas simulaciones se infiere que el cuello de botella por sí solo no causó el fenómeno observado, lo que hace pensar en la acción selectiva.
Algo que llama la atención es que la selección parece haber actuado sobre las hembras y no sobre los machos. De eso hablo más adelante.
Se tomaron muestras de sangre de 18 hembras (11 sin colmillos y 7 con colmillos) y se analizaron sus genomas comparándolos con el patrón de la especie. Ambos grupos presentaron variantes raras, más el de sin colmillos que el de con colmillos. Este exceso de variantes raras concuerda con lo esperado en un cuello de botella, con una disminución más severa de las sin colmillos (que eran las cazadas). Se cuantificaron las frecuencias relativas de cada fenotipo después de la guerra (hembras nacidas entre 1995 y 2004), con lo que se vio que la frecuencia del fenotipo sin colmillos se mantenía muy por encima de la anterior a la guerra y mayor de lo esperado en ausencia de selección. Esto indica, en primer lugar, una base genética para el fenotipo en cuestión y, en segundo, un fuerte coeficiente de selección.
Los fenotipos que muestran un sesgo extremo hacia el sexo femenino se suelen atribuir a loci dominantes situados en el cromosoma X letales para el sexo masculino. Dejo a los lectores el ejercicio de determinar las proporciones de la descendencia por sexos si el X normal (X+) es recesivo y el X letal para los machos (X-) es dominante. Adelanto que habrá muchos menos machos que hembras y que estos tendrán colmillos. Comparando madre-descendencia, resultó que las proporciones eran las esperadas. La investigación mediante análisis y comparación de genomas confirmó la hipótesis de los autores.
Aunque la caza furtiva en ese parque se ha visto reducida después de la guerra, sigue existiendo, con lo que la selección, aunque más suave, se sigue produciendo. De seguir las cosas así, no me parece descartable que también actúe sobre los machos y que afecte otros genes. Aunque habría que tener en cuenta otras fuerzas selectivas contrarrestantes. Me refiero al papel de los colmillos en los machos, que tal vez sea más importante que en las hembras. Tal vez en este caso hubiera también una presión
Selectiva sobre la conducta.
Diciembre de 2021