Un equipo de prehistoriadoras de la Universitat Autònoma de Barcelona con el que han colaborado científicos de otras universidades e instituciones expone en Scientific Reports (https://rdcu.be/d2zep) el descubrimiento del primer ejemplo de arquería del Neolítico temprano , en la Cueva de los Murciélagos en Albuñol (Granada).
Han encontrado restos de flechas y dos trozos de cordón que debieron de pertenecer a arcos. El arco y las flechas constituyen un arma muy antigua inventada en el Paleolítico por cazadores-recolectores. Pero en el Neolítico temprano, e incluso más avanzado ese período, la caza no fue abandonada totalmente, como pone de manifiesto el hecho de que pueblos actuales que practican alguna forma de agricultura y tienen algunos animales domésticos sigan cazando habitualmente como forma de obtener más proteína animal. Además, las armas no sirven solo para la caza, sino también para la guerra.
Sea como fuere, el equipo de investigadores afirma que sus hallazgos son la muestra más antigua de arquería en el Neolítico temprano. Todos los objetos relacionados con la arquería encontrados en la cueva, menos uno que data de la Edad del Bronce, datan de entre el VI milenio y principios del ´V a. n. e., época en que se produjo la primera ocupación de la cueva con lo que parecen enterramientos, siendo las flechas parte de ajuares funerarios. El equipo explica la ausencia de arcos por su degradación, al ser de materiales orgánicos. Esta explicación, a mí, que aun siendo lego me atrevo a opinar,, no me convence demasiado: también las flechas, incluso las puntas, son de material orgánico y no han desaparecido. Además, los autores señalan que la buena conservación se debe a la sequedad de la cueva, que también conservaría los arcos. Tal vez sea una osadía por mi parte, pero me atrevo a conjeturar que las gentes que enterraban en aquella cueva valoraban mucho la utilidad y la laboriosa fabricación de los arcos, a diferencia de unas flechas fáciles de fabricar en grandes cantidades, por lo que no dejarían los arcos a los muertos.
Pero no es en esto en lo que se centran, sino en los aspectos técnicos de los hallazgos, que no están estratificados debido a que los descubridores fueron mineros del siglo XIX que, naturalmente, no fueron demasiado cuidadosos. En cualquier caso, los restos se asignan con seguridad al primer período neolítico.
Se clasificaron en dos grupos los objetos relacionados con el tiro con arco. Uno está formado por astas de flecha compuestas con puntas de madera, astas de caña y plumas, con fibras enrolladas para fijar los diferentes elementos. En el otro hay dos fragmentos de cordón.
Después de describir los objetos, pasan a la identificación de las fibras mediante microscopía, que llevó a la conclusión de que no eran de materia vegetal, sino, como reveló el análisis bioquímico, hechas a partir de tendones de animales salvajes de varias especies (es decir, están hechos no cada cordón de una sola especie, sino de varias).
Se analizaron los adhesivos de las flechas, encontrando que eran alquitrán de corteza de abedul. Las flechas de madera, nos dicen, eran de olivo (yo diría que de acebuche, el olivo silvestre, ya que el olivo no llegó a la Península hasta la llegada de los fenicios) y de sauce.
En la discusión, suponen que los diversos materiales de las flechas corresponderían a usos distintos, según la distancia a que debían llegar las flechas, su velocidad o su capacidad de penetración. Me he quedado sin saber dónde tenían las flechas el centro de gravedad, ya que para funcionar bien deben tenerlo en la punta. Como lego, me parece importante, aunque tal vez se dé por hecho sin necesidad de investigación: la larga experiencia del Paleolítico habría hecho que eso fuese más que habitual.
La utilización del acebuche y del sauce, nos dicen, es algo por ahora único, ya que en otros yacimientos las maderas eran de otras especies. Claro está que por lo menos el acebuche no se encontraba en la mayoría del territorio europeo. Se extienden en las características de esa madera que la hacen idónea. Lo mismo hacen con la caña. Señalan que por lo menos una flecha y su punta están untadas con una capa de alquitrán de corteza de abedul y el hecho de que no haya flechas de esa madera indica una utilización muy específica de ese árbol. Plantean diversas hipótesis poco convincentes sobre el por qué del recubrimiento y se decantan tentativamente por la decoración.
Y aquí viene lo que me parece más interesante, el papel simbólico de unos restos de armas de caza en un contexto funerario donde también se ha hallado calzado y algún instrumento agrícola. Esto hace pensar en el papel de la caza en esa sociedad, pero también el de la violencia, que viene insinuado en el arte levantino con grupos de arqueros enfrentándose. Junto a la violencia hablan del canibalismo, pero me parece algo forzado relacionarlo con las armas: la caza del hombre tiene un altísimo riesgo, el de que el cazador se convierta en cazado. Además, el canibalismo de guerra solo se ha hallado en pueblos que guerrean desplazándose a grandes distancias y que precisan raciones de combate. Es difícil que el canibalismo sea un fin de la guerra.
Sin pronunciarse claramente, el equipo investigador da a entender que la caza en el Neolítico estaría asociada al poder y al estatus. El estudio de sociedades actuales que se supone que viven como en el Neolítico no abona esa idea. En esas sociedades, como los tsembaga maring de Papúa Nueva Guinea, no hay estatus ni poder que valgan y la caza se realiza para complementar la alimentación. Y me parece que del arte levantino no se pueden extraer conclusiones sobre poder y estatus que no estén en la mente del observador.
Soy un poco maniático con lo que leo y no me he podido resistir a terminar este comentario con una duda y una crítica.
La duda se refiere a las líneas del artículo en que hablan del balance entre flexibilidad y resistencia de las astas de las flechas, diciendo que tenía que ser adecuado para que las flechas no se rompiesen al salir del arco. No lo entiendo. Cuando las flechas salen de un arco solo están sometidas a la fuerza derivada de la transformación de la energía potencial en energía cinética y esta fuerza, en una flecha bien hecha, solo actúa sobre su extremo posterior, de modo que no hay nada que la haga doblarse. Y si se maneja adecuadamente el arco tampoco tiene por qué doblarse, la fuerza solo se aplica en ese extremo. Así que supongo que querían decir algo distinto de lo que dicen y no han sido lo bastante cuidadosos para expresarlo adecuadamente.
La crítica es a la referencia que hacen a El pensamiento salvaje de Lévi Strauss. Me parece incongruente que quienes estudian la cultura material den crédito a un autor que todo, todo, lo explica acudiendo a un pensamiento simbólico que no atiende a lo material, mediante oposiciones anidadas del tipo natural/artificial, crudo/cocido, doméstico/salvaje y otras oposiciones que se pueden tomar a gusto del consumidor, y solo atiende al supuesto pensamiento dicotómico eterno que determina la cultura material. Por suerte, solo dedican a ello una línea y media en la que hablan de valores no objetivos para la fabricación de arcos y flechas, sin especificar en absoluto. De hecho, los únicos valores que aparecen en el artículo son de tipo material y son suficientes para su explicación. Tal parece que han querido completar su cuadro de carácter muy materialista con un guiño nada comprometedor al simbolismo estructuralista.
Me apresuro a añadir que ni mi duda ni mi crítica desmerecen para nada el rigor y la novedad de su investigación.
Mayo de 2025