Julio Loras Zaera

fortanete

Profesor Francho de Fortanete A la luz de la ciencia. Biología y asuntos humanos

Su propia vivez

Observando cuando era pequeño cómo mi abuelo se hacia un punzón para coser el cuero, con su varilla afilada, su mango de boj y su arandela, le pregunté quién le había enseñado a hacerlo. Con sorna, mi abuelo me respondió: Mi propia vivez. Con eso quería decir que no le había enseñado nadie, que había aprendido solo.

Según un experimento explicado en Science Advances DOI: 10.1126/sciadv.abo2894, parece que los homininos que fabricaron las herramientas líticas más antiguas no lo hicieron mediante aprendizaje social, sino por su propia vivez. Y no me refiero a los primeros, sino a todos ellos.

Esas herramientas, cuyo conjunto se denomina olduvayense, se ha descubierto recientemente que eran habituales hace 2,9 millones de años, mucho antes de que apareciese alguna especie del género Homo. Se trata de núcleos de sílex o de obsidiana golpeados para obtener lascas cortantes y “martillos” para destazar grandes mamíferos y obtener el tuétano de sus huesos figura 1.

El descubrimiento de esas herramientas líticas más antiguas estuvo asociado a restos de un hipopótamo con signos de cortes y en el yacimiento se encontraron dos dientes de parántropo. Aunque por ahora no se pueda afirmar que las herramientas hubieran sido fabricadas y utilizadas por ese hominino de cerebro con un tamaño similar al de los chimpancés, no parece descabellado hacerlo. Pero la posibilidad de que así fuera podría cuestionar la idea de que las herramientas líticas constituyan un indicio de cultura en el sentido en el que lo es la humana: conocimientos, acciones y conductas que se transmiten mediante el aprendizaje social, entendiendo el aprendizaje social como claramente distinto del aprendizaje individual, y que constituyen un fondo acumulado socialmente. Para entendernos, el aprendizaje individual seria la vivez de mi abuelo.

La sencillez de las herramientas olduvayenses, junto con la posible inteligencia de los parántropos, comparable a la de los chimpancés, creo yo, apunta en esa dirección.

Guillermo D. Snyder, Jonathan S. Reeves y Claudio Tennie, autores del estudio citado, trataron de poner a prueba la cuestión. Concretamente, si para fabricar esas primeras herramientas era necesario algún tipo de aprendizaje social. Esto se ha intentado por diversos estudiosos, pero sus experimentos con humanos actuales adolecen de hacerse sin que a los participantes se les plantee un fin para la utilización de las herramientas. En cambio, cuando los experimentos se han hecho con simios se les ha planteado la talla como medio para obtener por sí mismos una recompensa comida dentro de una caja. Los tres investigadores han adoptado este segundo enfoque: en una caja hay una cantidad interesante de dinero y la caja solo se puede abrir cortando una cuerda. A los sujetos les proporcionaron una serie de materiales: un bloque de granito, una semiesfera de vidrio pintado y un canto de río figura 2.

Figura 1. Tecnología olduvayense

Ilustraciones basadas en varios artefactos centrales del contexto oldowano de diferentes secuencias de reducción y materias primas. Los más antiguos, con una antigüedad aproximada de 2,6 a 2,5 millones de años Ma, proceden de Gona, Etiopía e incluyen un núcleo radial A y un chopper unifacial B. Un ejemplo de un núcleo multifacial C proviene del yacimiento de Melka Kunture, Etiopía, donde los homínidos premodernos explotaron la obsidiana vidrio volcánico como materia prima, a partir de hace unos 1,7 Ma . El último ejemplo es un núcleo bifacial D de Hadar, Etiopía y datado en aproximadamente 2,3 Ma. De acuerdo con la convención arqueológica, las líneas continuas se utilizan para los contornos de las cicatrices donde se han eliminado las escamas de la superficie de un núcleo, las líneas curvas e incompletas representan las ondulaciones de la fractura concoidal del material tallable, y las áreas punteadas representan la corteza la superficie original inalterada de la materia prima.

Se reclutaron 28 participantes 14 hombres y 14 mujeres, asegurándose que no conocían la talla ni para qué servían cortar las herramientas de piedra esto se

Figura 2. El montaje experimental.

El aparato experimental en el inicio de la prueba [aquí, para el participante 3 P3; sentado en la silla en el centro, arriba], incluyendo A el bloque de granito, B el hemisferio de vidrio pintado, C el adoquín del río, y D la caja del rompecabezas.

valoraba mediante un cuestionario posterior a la realización del experimento, para “no darles ideas” a los sujetos, y se excluyeron de las conclusiones los sujetos que de alguna manera habían estado expuestos a conocimientos de ese tipo. Cada participante tenía cuatro horas, en aislamiento, para abrir la caja y hacerse con el dinero. De los 25 sujetos “ingenuos”, 22 intentaron fabricar instrumentos cortantes, logrando el premio todos ellos. Varios intentaron más de una técnica, aunque la mayoría prefirieron la consistente en golpear el hemisferio de vidrio contra el bloque de hormigón o golpear ese hemisferio con la piedra de río.

Se podría objetar que los materiales que se proporcionaron a los sujetos difieren de los que estaban disponibles para los homininos olduvayenses. Estos no tenían a su disposición bloques de hormigón ni vidrio. Se les habrían podido proporcionar guijarros de sílex. Sin embargo, me parece una objeción poco fundada: no habría cambiado nada, especialmente si se tiene en cuenta que también se fabricaban herramientas de obsidiana, que es una especie de vidrio.

Aunque esto no refuta directamente la idea de aprendizaje social de la técnica olduvayense, sí prueba la posibilidad de que no fuese necesario y que, por consiguiente, la técnica olduvayense no sea una manifestación de cultura acumulativa. Abonaría esto último, además, el hecho de que la técnica del canto tallado u olduvayense durara unos 1,5 millones de años sin modificaciones aparentes.

Febrero de 2024

Las figuras y sus leyendas traducidas proceden del artículo citado

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