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El bipedismo característico de los homínidos ha recibido numerosas explicaciones evolutivas, todas ellas especulativas. En las ciencias históricas, uno de los métodos utilizados cuando faltan las pruebas directas es el comparativo. Se trata de poner uno al lado del otro fenómenos similares de forma que la explicación de uno arroje luz sobre el otro. Este es el método que utilizan S. Moyá y M. Köler, comparando los homínidos con Oreopithecus bambolii.

El Oreopithecus era un primate no homínido que vivió en una gran isla formada por lo que hoy conocemos como la Toscana, hace entre 9 y 6 millones de años. En esta isla de clima templado vivía una fauna endémica compuesta por antílopes enanos de patas cortas e incisivos de roedor, suidos de extraños dientes y Oreopithecus, descubierto hace ciento treinta años. Pertenecía al grupo de los hominoideos, que incluye a orangutanes, chimpancés, gorilas y humanos. Su esqueleto demostró que era un hominoideo de aspecto moderno en su estructura esquelética básica, claramente ortógrado (que adopta posturas verticales del tronco durante la locomoción, con tórax ancho, columna corta y relativamente rígida y brazos más largos que las piernas; a diferencia de los pronógrados, con locomoción esencialmente cuadrúpeda en el suelo y en los árboles, columna larga y flexible y brazos más cortos que las piernas), como el orangután o el gorila.

En 1993, Moyá y Köhler pudieron restaurar muchos especímenes del Museo de Historia Natural de Basilea en el Instituto de Paleontología M. Crusafont, lo que les permitió abordar un estudio detallado que les llevó a descubrir nuevos caracteres cuya interpretación les llevó a proponer la hipótesis del bipedismo de Oreopithecus.

Los investigadores dispusieron de dos pies complementarios y casi completos de un mismo individuo, además de muchos otros elementos aislados de los pies, con lo que pudieron montar un pie completo, a falta de las falanges. Los metatarsianos laterales (dedos 2 a 5) estaban separados lateralmente formando un ángulo permanente abierto hacia fuera mientras que en todos los antropoides la orientación es paralela al plano sagital. La anatomía de los elementos más importantes de la articulación del tobillo les sugería una orientación en valgus (hacia adentro) de las rodillas, a diferencia de la orientación en varus (hacia afuera) que se da en los antropoides y similar a la de los homínidos.

Para poner a prueba el bipedismo sugerido por estos caracteres buscaron una confirmación independiente. Asumiendo que las proporciones del pie de los primates se correlacionan con el peso que deben soportar, consideraron razonable suponer que, si Oreopithecus empleaba la locomoción bípeda a menudo, eso se reflejaría en las proporciones de sus pies. Estudiaron primero si había alguna correlación entre la masa corporal y el EMA (ventaja mecánica del músculo gastrocnemius, que acciona la palanca del pie al andar), la razón entre el brazo de resistencia y el brazo de potencia. El cociente mide las proporciones del pie adecuadas a cada tamaño. El resultado después de medir más de 200 pies de antropoides fue una correlación de 0,93 entre EMA y masa corporal. El ser humano se separa de esa tendencia general, debido a que en nosotros los pies soportan todo el peso del cuerpo, con lo que el músculo en cuestión debe mover el doble de masa, con el consiguiente aumento del EMA. Por lo que se refiere al Oreopithecus, el cálculo del EMA da un valor inusualmente alto, comparable al humano.

Como prueba independiente de la locomoción, Moyá y Köhler abordaron el estudio de la mano. Las manos de los primates cumplen dos funciones a la vez: la locomoción y la manipulación. Su estructura básica está determinada, sin embargo, por la locomoción, debido a que las manos soportan las mayores tensiones durante la misma, siendo las adaptaciones a la manipulación limitadas por aquélla. Sólo en los homínidos sucede lo contrario. Las manos de Oreopithecus, lejos de parecerse a las de primates trepadores y suspensores contemporáneos a él, se acercan notablemente a las de Australopithecus.

Éstos y otros resultados de sus estudios apuntan claramente al bipedismo de Oreopithecus. Sin embargo, ese bipedismo era diferente del nuestro. Sus brazos eran más largos que las piernas, y sus pies eran prensiles, lo que les permitía una superior capacidad trepadora. Los pies de los homínidos están mejor diseñados para correr, mientras que los de Oreopithecus constituían una plataforma que permitía un control eficiente del equilibrio en posición estática.

La explicación que da Moyá de este bipedismo en un primate que no forma parte de nuestro linaje se basa en la biología evolutiva de las islas. Dos características esenciales de las mismas son la ausencia de depredadores terrestres y la limitación de los recursos tróficos, ambas impuestas por la limitación espacial. La ausencia de predadores permite prescindir de las adaptaciones dirigidas a evitar la depredación. La limitación del espacio, unida a lo anterior, suele conducir a la superpoblación y a la consiguiente exacerbación de la competencia por la explotación de los recursos tróficos disponibles. Esto empuja a profundos cambios anatómicos encaminados a aumentar la eficiencia de la recolección y el procesado de los alimentos.

Se sabe que el coste energético de la locomoción arborícola es cuatro veces superior al del cuadrupedismo o el bipedismo terrestres. En ausencia de predadores, por lo tanto, la selección favorece la vida en tierra. La vida en el suelo, además, tiene menos riesgos de accidentes. Y la vida en tierra ofrece un espectro más amplio de posibilidades alimentarias. Había dos opciones para el ancestro de Oreopithecus al bajar al suelo: cuadrupedismo o bipedismo. Posiblemente, la selección de la segunda opción estuvo condicionada por las preadaptaciones ortógradas y por una presión selectiva hacia un uso más eficiente de las manos en la manipulación.

En resumen, la ausencia de predadores favorece el aumento de la densidad, mientras que la limitación del espacio limita la cantidad de alimento disponible. Estos dos factores conducen periódicamente a una devastación del área insular, aumentando la competencia por el alimento y la selección de los individuos más capaces de alimentarse más eficazmente. En estas condiciones, unas manos libres que permitan la explotación del estrato arbustivo accesible sólo desde el suelo y faciliten la recolección y el procesado del alimento son una gran ventaja, y el bipedismo es el medio para disponer de ella.

Esto sugiere que el bipedismo de los primeros homínidos les permitió alcanzar estratos de vegetación no explotados por las formas cuadrúpedas y, al mismo tiempo, liberar las manos convirtiéndolas en un instrumento recolector muy útil. Posiblemente, un aumento de la competencia por los drásticos cambios climáticos que redujeron el área del bosque tropical en África dio el empujón inicial.

© Julio Loras Zaera
Profesor Francho de Fortanete

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