Julio Loras Zaera

fortanete

Profesor Francho de Fortanete A la luz de la ciencia. Biología y asuntos humanos

Combatir bacterias resistentes con virus

El pasado 8 de mayo, Nature Medicine publicaba el tratamiento de una adolescente a quien se trasplantó el hígado y que estaba afectada por la bacteria Mycobacterium abscessus, lo que le producía inflamación y abscesos purulentos que se expandían desde la herida quirúrgica. Al ser la bacteria resistente a los antibióticos, no podía ser tratada con estos medicamentos. De modo que, a petición de la madre y como clavo ardiendo al que agarrarse, los médicos, en colaboración con expertos en fagos, produjeron un cóctel de los mismos modificados genéticamente que administraron a la paciente. Después de seis meses de este tratamiento, la chica ha mejorado mucho y no se han encontrado efectos secundarios importantes.

Los fagos o bacterófagos son virus que atacan a bacterias. Están constituidos por una hebra de cadena doble o sencilla de ADN o ARN que, fuertemente espiralizada, se aloja en una cápside proteínica de forma icosaédrica, filamentosa o de cabeza-cola. En la cápside hay estructuras que se aferran a la pared bacteriana e inyectan en la bacteria el material genético del virus. A partir de ahí, pueden suceder varias cosas: que el material genético del virus se apodere de la maquinaria del huéped reproduciéndose y produciendo cápsides, que se autoensamblan, llegando a la formación de cientos de miles de nuevos fagos y al estallido de la bacteria: que el ácido nucleico del virus se inserte en el cromonema bacteriano y no se reproduzca más que con la reproducción de este, pudiendo producirse un fago nuevo en cada ciclo y que sale de la bacteria sin matarla; o que, en este segundo caso de inserción en el cromonema, un factor de estrés promueva un ciclo lítico, que es de nuevo el primer caso.

Los fagos son muy abundantes en la biosfera, calculándose que hay del orden de diez por cada bacteria y su reservorio más importante es el agua de mar. En el siglo veinte se dedicaron muchos esfuerzos a su estudio y a su utilización como instrumentos en los laboratorios de genética, siendo el genoma de un fago el primero que se describió. Hasta el descubrimiento de los antibióticos, se investigaron para el tratamiento de enfermedades infecciosas producidas por bacterias. El éxito de los antibióticos hizo que esa investigación se convirtiera en marginal. Pero actualmente, con el grave problema de la creciente resistencia a los antibióticos, los investigadores médicos han vuelto a interesarse en los fagos.

En realidad, los intentos de utilizar fagos para combatir infecciones bacterianas no fueron abandonados del todo después del descubrimiento de la penicilina. En la Europa del Este no era desconocido este método terapéutico, aunque los resultados o no son conocidos o no son concluyentes. Vamos, que la idea de usar los bacteriófagos en medicina curativa no se les ha ocurrido a los doctores del artículo en Nature Medicine, aunque tienen el mérito del primer caso bien documentado de eficacia de esa terapia, caso que deberá unirse a otros para confirmar esa eficacia. Y hace tiempo que otros están realizando ensayos prometedores. En 2013 se informó que se había encontrado un fago para atacar la superbacteria Clostridium difficile, inocua en individuos con la flora bactreriana sana, pero que puede ser mortal en personas con la flora comprometida, por ejemplo, por antibióticos. Y hace dos años se informó de que se habían hecho ensayos en ratones con fagos modificados con la técnica CRISPR de edición del genoma, con el fin de introducirles instrucciones para desarmar la resistencia y para producir Cas3, un enzima que rompe el ADN. Por ese mismo año, se informó de otros ensayos, en que los fagos inyectaban en las bacterias instrucciones para la destrucción del ADN bacteriano.

La terapia fágica tiene dos ventajas: que los fagos, a diferencia de los antibióticos, que atacan a un amplio espectro de especies bacterianas, son selectivos en sus dianas bacterianas y que se reproducen en ellas, a partir de lo cual infectan nuevas bacterias, aumentando de manera exponencial sin ningún gasto adicional.

Junio de 2019

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